ESPECIAL DE COMUNIDAD MPREG HISPANOHABLANTE.
Traemos para ustedes la captura de un texto maravilloso de una investigación sobre los mitos, los cuentos, las leyendas y lo mas importante: ¡¡la historia del Mpreg!!. Antes de pasar al texto queremos hacer inca pie en esto último. La historia de cada institución, pueblo, cosa o situación (etc) es algo importante para el desarrollo del tema que nos atañe ya que en ella se refleja la construcción epistemologica y social. No solo eso, sino que también nos ayuda a construir el futuro y a defender nuestra Comunidad de Frikis de Mpreg. Esperamos que este trabajo de captura sea de su gusto, por favor comenten, de sus comentarios vivimos ya que este es un trabajo sin ánimos de lucro para l@s fans de Mpreg.
Este texto se encontró en la Biblioteca Nacional de México en el Distrito Federal con ayuda de Google Libros (que solo tenía la referencia ¬¬). Fue un día alegre cuando me percate de que había investigaciones de este calibre sobre el Mpreg. Sin mas les dejo con la lectura.
NOTA IMPORTANTE: Lean las notas a pie de pagina, son tan importantes como el texto y son un complemento del mismo, en las notas vienen las referencias a muchos cuentos, frases y anécdotas que no se mencionan en el cuerpo principal. Y tengan a mano el traductor de Google por que hay citas que vienen en varios idiomas y que son esenciales.
François Delpech en "La patraña
del hombre preñado: algunas versiones hispánicas". -- Nueva
revista de filología hispánica: Tomo XXXIV; Colegio de México:
Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 1986 -- p.548-598. LA PATRAÑA DEL HOMBRE
PREÑADO: ALGUNAS VERSIONES HISPÁNICAS.Figura harto conocida de
los carnavales europeos es la del hombre disfrazado de mujer
embarazada (1). Con o sin parto simulado, la aparición de dicho
personaje entra de lleno en la “imagen grotesca del cuerpo” y en
el vitalismo cómico-fisiológico que M. Bajtín rastrea en la bora
de Rabelais y en determinados aspectos de lo que llama “la cultura
popular de la Edad Media y del Renacimiento” (2). No cabe duda de
que el hombre preañdo bien puede pasar por la encaranación misma
del espíritu festivo del carnaval, ya que sintetiza, en tono de
broma, la función genética y el mecanismo de inversión
transgresiva que antropólogos y folkloristas suelen considerar
elemento esencial en las fiestas de este tipo (3).No
obstante, es muy probable que esta representación tenga raíces
antiguas y profundas, y que no se limitetexto
lúdico de las manifestaciones carnavalescas: parece que se relaciona
en particular con el tema, más general, de la "locura", y
que se halla asociado frecuentemente a la figura del "loco"
o, por lo menos, a algunas especificaciones postmedievales de tan
complejo e indeterminado personaje.El loco
tradicional, bien se como bufón profesional, entidad patológica o
incluso bobo de entremés (más de una vez, las fronteras entre
dichas figuras resultan borrosas y desafían nuestro af´na de
imponer categorías y clasificaciones: pese a ser distintas por sus
funciones y medios ambientales, no es infrecuente que intercambien
atributos y características), presenta a menudo aspectos marcadmente
fálicos, pattentizados por ciertos comportamientos y por el manejo
de la marotte, del matapecados o rabo de zorro, cuando no de un mero
bastón, así como por su repetida asociación al gallo y su
semejanza con el "hombre salvaje", también provisto de
clava y cargado de connotaciones animales y eróticas (4).
Sin embargo,
más destacadamente en lo que concierne al bobo, algunos de estos
"locos" manifiestan una carencia de "virilidad"
obvia, e incuso adoptan posturas y características más o menos
"femeninas": si el bobo es buey, como lo quería
Covarrubias, no resulta asombroso que muchas veces revista el "traje
de mujer" (5), y que cierta ambiguedad sexual le parezca a
alguno que otro crítico un comportamiento sesencial del "arquetipo
popular" del que derivarían personajes tan dispares como Sancho
Panza o el Juan Tonto de los cuentos folklóricos (6). También se ha
querdio descifrar en el universo literario-lúdico de la sottie la
aplicación de un código secreto que entraña constantes referencias
a la inversión sexual (7).
Queda bien
claro que en este apareamiento de las actividades mentales y
sexuales, y en la consecutiva adecuación de una deficiencia en el
raciocinio con una carencia de "virilidad" (ya que, según
una concepción multisecular, el varón y el buen razonar son
moderadamente calientes, mientras que el desvariar y la mujer son
fríos y húmedos), se puede detectar la manifestación de una
ideología dominante falócrata y falocéntrica. En esta
circunstancia, todo esfuerzo por anular a tal o cual tipo de
individuo, incluso a una clase social entera (caso que se da, por
ejemplo, con los rústicos del entremés y de la comedia barroca,
blanco de las burlas despiadadas con que se refocila un público
urbano y aristocrático), implica necesariamente poner en entredicho
la "virilidad" de las personas y de los grupos a los que
cabe mantener en estado de inferioridad y subordinación.
Sin
embargo, no por eso dejan de existir, en las mismas entreañas de la
"culturla folklórica", los vestigios de un complejo de
ideas no explícitas, pero invertidas en imágenes, ficciones y
secuencias rituales, y que, por lo tanto, no se reducen a
actualizaciones de un arquetipo socio-psicoanalítico abstracto:
ideas según las cuales los atributos y comportamientos "femeninos",
al ser adoptados por un hombre, no implican ninguna negatividad. Se
trata, en tal caso, de una feminidad deliberadamente asumida, y aun
cultivada, no de una carencia -inicial y ontológica- que se
definiría solo desde el punto de vista de un "machismo"
dominante y dominador (tanto el de la sociedad postfeudal como el de
la teoría freudiana más o menos adaptada al materialismo
histórico). Ideas quizá heredadas de una lejana prehistoria en que,
al desconocer el papel del factor sexual en los mecanismo de la
procreación, se llegó a pensar que el poder genético estaba
difundido y permanecía latente en todos los elementos del cosmos,
aun que resultaran privilegiadas las hembras... Este concepto, junto
a la ignorancia real o afectada de la función del semen masculino, a
veces considerado mero auxiliar -cuando no de eficiencia nula-, pudo
generar el sentimiento de que es al hombre y no a la mujer a quien
le falta algo, ya que no es, como ella, capaz de reproducirse. Tanto
es así que la "catártica revancha" por la que se realiza
el hombre no pasa por la castración simbólica del padre, sino por
la apropiación mimética del poder generativo detentado por las
mujeres (y superlativamente por la madre) (8). Esta apropiación se
lleva a cabo en ritos y proyecciones imaginarias con los cuales,
desde la mera imitación (disfraz femenino) hasta la tentativa de
identificación (subincisión), se llega a una suplantación casi
efectiva (couvade).
Las
representaciones folklóricas del "loco" resultan, por
tanto, tributarias de varias capas culturales y de una herencia
múltiple: llevan siempre el sello de una negatividad degradante
plasmada en las premisas de la ideología patriarcal; pero también
vehiculan remotas reminiscencias y retazos de un sistema de
asociaciones, acaso más hondamente arraigado que el racionalismo
falocéntrico. Este sistema vincula al loco, vector de fuerzas
germinales y no desarrolladas, con el tiempo cosmogónico anterior a
las diferenciaciones sexuales, anterior incluso a la escisión entre
ser y no ser, verdad y error, cordura y desatino: caos y edad de oro
confundidos en una misma matriz (9). Este vínculo explica el papel
desempeñado por distintas formas de "locura" en los rites
de passage, como los practicados en los albores del Año Nuevo
(Fiesta de Inocentes, Obispillo, etc), en el carnaval o en los
solsticios, ya que dichos ritos implican una vuelta provisional al
tiempo de los orígenes. Y explica también las frecuentes
connotaciones genético-andróginas y los procesos de inversión
asociados a distintos tipos de "locos": regreso al núcleo
primigenio de la vida, al que dan cuerpo la figura burlesca del
"hombre preñado" y los partos simulados que entrañan
tantos ritos iniciáticos (10).
I. DISPARATES
Y CUENTOS ERÓTICOS AGONÍSTICOS1. El motivo
del hombre preñado aparece en primer lugar como uno de los
múltiples absurdos de que están plagados los "cuentos de
mentiras" y "coplas de disparates" (11). Ya se sabe
que entre las retahílas de adynata o impossibilia, figurativas del
"mundo al revés" y ensartadas en las coplas y cuentos de
esta clase, se presentan y multiplican varios tipos de inversiones,
alianzas de contrarios y trastrueques, entre los cuales hay que
destacar unos imposibles genéticos (como el que una mujer dé a luz
un pollino (12)), menciones de intercambios de atributos y funciones
sexuales ("vi a las mujeres con barbas/e los hombres con
tocados"(13)) y, por supuesto, alguna que otra alusión a una
preñez masculina ("Era el caso averiguar/ de que murió don
Simón: / si de parto o de sarampión" (14)).
Este
burdo fárrago de descabelladas asociaciones y mentiras enormes, a
veces simétricamente dispuestas y engastadas en un esbozo de
escenario, constituye el marco formulario de la sottie originaria y
el repertorio interlocutivo de esos "locos" especificos que
son los gaudisseurs y sots que se desafían y contradicen, a cual más
desatinado (15). Al estudiar los temas que se entreveran en estos
juegos agónicos, no dejaremos de constatar que en muchos casos se
relacionan con el concepto subyacente de un universo a la vez caótico
y paradisiaco (países de ficción, tierra de Cucaña, mundo al revés
(16)), y que son atravesado recurrentemente por imágenes
germinativas y cosmogónicas, como la del huevo gigantesco, la del
horno donde se plasman las personas, la de la cerda hilandera y la
del eje en el que cabe sentar las bases del mundo (17).
2. Con mayor
intensidad y precisión se desarrolla el motivo del parto imposible
en algunos cuentos cuyo tema básico es el enfrentamiento entre una
persona de condición más o menos sublaterna (generalmente una
chica astuta o un adolescente en situación de fuerte dependencia
respecto a un pariente, jefe o rey) y un representante de la
autoridad y del poder, por lo general un soberano presumido o
abusivo. Este hace alarde de su superioridad estatutaria imponinedo
a uno de sus súbditos una prueba imposible o proponiéndole un
enigma indescifrable, más o menos análogos, por su contenido
temático, a los absurdos e imcompatiblidades de los cuentos y
coplas de disparates. Pero interviene la hija del desgraciado:
mediante respuestas agudas o contrapruebas capciosas consigue
desconcertar al soberano, poniendo de manifiesto lo absurdo de sus
supuestos y exigencias. Así se hace patente la derrota del más
poderoso por el más débil, aunque muchas veces el cuento acaba con
una reconciliación y una boda, que vienen a zanjar las oposicionees
entre ambos extremos (18).
Ahora bien,
muchas de las pruebas estrafalarias impuestas por el rey en los
cuentos de este tipo estriban en transgresiones de diferencias
sexuales e impsibles genéticos: se trata, por ejemplo, de ordeñar
un toro o de hacer que el mismo toro de a luz (19), o de empollar
huevos duros (20). En tipos de cuentos distintos, aunque
estrechamente relacionados con los anteriores, el propietario de un
lagar reclama que le pertenece el potro nacido de una yegua que pasó
la noche cerca de dicho artefacto, aduciendo que éste es
responsable, o incluso autor, del parto (21). En una serie de
narraciones muy difundidas en África se da la situación, más
versímil, de un enfrentamiento por la propiedad de un potro o de una
ternera recién nacidos, entre el dueño del caballo o del toro o que
hizo de semental y el propietario de la hembra que alumbró.
Es evidente
que, en este caso, se transluce el debate que fundamenta esta clase
de ficciones: se trata de una oposición entre conceptos
patrilineales y matrilineales de descendencia, tensión que entraña
graves problemas de herencia y de clasificación social (22). La
narración tiende a demostra que el que un hijo pertenezca a su padre
y no a su madre es tan absurdo como afirmar que es el macho el que
pare. En efecto, en dichos cuentos, así como en varias versiones del
ciclo de la muchacha astuta, la presunta víctima del torcido
raciocinio o perversa fantasía que pretende imponer el cacique
abusivo, da al traste con los designios del opresor por una verdadera
reductio ad absurdum (23): finge que su propio padre acaba de parir
(o cualquier otro imposible), lo que no deja de suscitar el incrédulo
asombro del contricante, que se ve obligado inmediatamente a admitir
la ineptitud de sus anteriores pretensiones o asertos (24).
3. El
cuento, en esta forma, no parece estar muy difundido en la Península
Ibérica. En cambio, se han recogido varias versiones españolas de
un tipo afín que comparte con él algunos motivos parecidos a los
que nos ocupan: se trata de "La mata de albahaca" (25).
Una de las pruebas impuestas por el resy es que la muchacha se
presente "doncella y preñada", lo que ella rebate con
aserciones igualmente desatinadas. Las versiones españolas son de
especial interés por manifestar el sistema de competición
alternativa en el que se ensartan enigmas y agudezas, presentandas
en forma de preguntas y respuestas, ataques y contraataques, y por
el contexto festivo y erótico de un juego prematrimonial que se
propone reducir progresivamente las barreras que separan a los
protanonistas y preparar la unión final. El argumento principal
resulta ser el mismo que el que imperaen las justas y concursos de
mentiras y disparates de la sottie medieval: se trata de una puja
agonística, en la que cada uno se esfuerza por reducir al silencio
a su opositor y obligarlo a confesar su incapacidad de mejorar los
alardes imaginativos ya sacados a relucir. Claro está que el cuento
implica una vuelta final a la realidad (es decir, la diferencia
entre especies y sexos y el equilibrio que permite la convivencia
entre poderosos y humildes y el ajuste entre sistemas opuestos de
desendencia; o sea, la ley en sus acepciones "naturales" y
sociales (26)). Al contrario, en el universo del disparete se da
rienda suelta a la fantasía y a los encadenamientos más
descabellados, siendo el objeto del juego verbal desquiciar a todas
las congruencias que dan al mundo "configuración estable",
para reanudar el contacto con el caos primordial, cuya pujanza y
fuerza de (re)generación sólo puede entreverse a través de una
"locura" absoluta.
Pero a pesar
de esta distinción, se advierte claramente el entroque de unas y
otras ficciones en un conjunto de imágenes y representaciones que
sirven de contrapunto al concepto de un "mundo ordenado" y
erizado de diferencias, incompatibilidades y barreras. El enlace
entre la muchacha astuta de los cuentos aludidos y el loco de las
fabulaciones disparatadas lo encontramos en las versiones en que el
papel de la heroína lo desempeña un bufón (y consejero) del
emperador Akbar, Birbal, al que hacen protanonista de tantas patrañas
y chascarrillos. Se ve en la obligación de proporcionar leche de
todo al emperador, pero su hija le permite eludir la dificultad al
afirmar ante Akbar que su padre acaba de dar a luz y al redarguir al
monarca, que no lo quiere creer, que no es esta aserción más
absurda que la pretensión de sacarle leche a un toro (27). La
violencia que se le hace aquí al subalterno no es más que un medio
de darle la oportunidad de hacer renovado e indirecto alarde de la
locura graciosa que alegra a los soberanos.
4. Vemos,
pues, que lo que se pone en juego en estas competiciones de locas
invenciones, en las que se plasma la imagen del hombre preñado, es
el restablecimiento de un equilibrio y de una comunicación entre
polos opuestos: poderosos y humildes, sexo masculino y sexo
femenino. La evocación provisional de los imposible (es decir, la
procreación sin conjunción de los sexos, la armonía social sin
reciprocidades), recuerda la existencia de las diferencias -cada
elementos aislado tiene sus prerrogativas y aptitudes propias- y
enseña la necesidad de su colaboración, ya que toda producción
social o biológica moviliza componentes complementarios. El estado
de indiferenciación o de reversibilidad absoluta que se finge
postular, por ejemplo, al poder cada sexo atribuirse las
característícas y funciones del otro, sólo serviría, afin de
cuentas, para paralizar los intercambios y esterilizar las vida
misma. Los imposibles genéticos a diferencias, separaciones e
incluso rivalidades. Pero al mismo tiempo, al ponderar la
inviabilidad de un universo compuesto de mónadas independientes, se
demuestra la ineptitud de todo esfuerzo por independizarse.
Sólo puede
cumplirse este propósito recurriendo a representaciones arcaicas de
un universo indiviso, anterior a todas las escisiones, en el que por
todas partes fluye el principio vital y son posibles todas las
transformaciones, y poniendo en evidencia al mismo tiempo lo absurdo
de esta fantasía y lo abusivo de las utilizaciones que se pueden
hacer de ella. No hay forma de superar dicha contradicción. Bien
como expresión e la ignorancia de la función ejercida por el varón
en la generación, bien como negación del carácter parcila e
incompleto de esta función (y, por tanto, del imprescindible de la
cooperación con el elemento sexual complemantario), el mito o
fantasma del hombre preñado entraña el doble y contradictorio afán
de restaurar una conexión con un primigenio estado de totalidad y
omnímoda compatibilidad y transparencia, y de afirmar, a veces en
tono de agonística reivindicación del privilegio genético y
consiguiente primacía moral (y politica), la independencia masculina
y la hostilidad hacia un supuesto, acaso imaginario, matriarcado
opresor. A la vez rechazo de las barreras entre los sexos y argumento
en la polémica que los opone.
Al negar
el dualismo y no admitir el carácter incompleto del individuo
separado, se proyecta la imagen fantástica de un mundo homogéneo
que seguiría manteniendo en pie el estado cosmogónico de
indiferenciación. Pero esta postura mágica impediría el paso del
caos al cosmos organizado porque, al pretender cada elemento
concentrar en sí las potencialidades del conjunto, no cabría
reciprocidad y, a fin de cuentas, se crearía una red de tensiones
entre individualidades autosuficientes, y pronto rivales, por su
pretensión de encarnar la totalidad cada una por separado. El
retorno a lo indiferenciado vendría a suponer y a reforzar un
proceso agonístico de autoaislamiento. Tanto es así que la figura
del hombre embarazado, aunque fundada en la unidad andrógina de los
origenes, viene a ser un medio privilegiado para denunciar lo
contradictorio, antisocial y estéril de sus propios supuestos.
Monstruo
conceptual, reunión fictia de incompatibilidades, el motivo que nos
ocupa no se reduce, sin embargo, a su dimensión conflictual: hemos
visto que forma parte de un repertorio de diálogos lúdicos de
función esencialmente erótica, ya que, por su propio carácter de
competición agonística, permiten entablar una comunicación, en son
de simétrica reciprocidad, entre adversarios destinados, al fin y al
cabo, a reconciliarse. El concurso de absurdos de contenidos sexuales
viene a ser tanto manifestación y exaltación de antagnismo, como
medio de relativizar y reducir progresivamente esta oposición
inicial: este afán de mediatización se lleva a cabo gracias a un
ritualizada y escalonada serie de inversiones e intercambios de
papeles y atributos, fingiendo momentáneamente cada sexo que se
apropia de las caracteristicas del otro y que impone a su
contrincante humillaciones susceptibles de demostrar (y forzarle a
admitir) su incapacidad de prescindir del polo complementario.
Harto conocida
es la función del travestismo, de la captación de emblemas del sexo
contrario y de las inversiones fingidas en ritos y juegos nupciales y
prenupciales: en el cuento de "La mata de albahaca", por
ejemplo, la muchaca astuta se disfraza de médico e inflige a su
enamorado antagonista la jugarreta del "nabo en el culo" (u
otra mala pasada igualmente "desvirilizadora"), como
réplica al beso que el atrevido galán le había robado (28). En
algunas versiones, como para completar la simetría, es el mismo
galán quien se disfraza de mujer y consigue así penetrar en el
recinto donde están recluidas las muchachas (29). "Cambiando"
atributos y vestidos (30), proponiéndose mutuamente enigmas y
preubas de carácter más o menos simbólicamente sexual, que
recalcan la inevitabilidad del coito (31), los protagonistas del
dialéctico juego van cercando poco a poco las barreras que separan
el universo masculino del femenino, aprendiendo así cada sexo a
definir su propio ethos y a situarse respecto a su necesario
complemento. Así pues, la imagen del hombre preñado desempeña un
papel transitivo: aducida para ser inmediatamente rebatida como
eventualidad a la par integradora y desintegradora, aparece como
construcción deliberada y conscientemente ficticia y lúdica (como
las inversiones carnavalescas y las evocaciones imaginarias y
escapistas del tiempo cosmogónico), y alimenta controversias y
conflictos al mismo tiempo que intervienen en los procedimientos y
ritos asociativos por los que se van mediatizando y resolviendo los
mismos (32).
II. LOCOS,
CLUECOS Y TONTOS PONEDORES.1. Según
una hipótesis etimológica probablemente errónea, la palabra
"loco" tendría una relación con el nombre de la "Gallina
Clueca": se supone, en esta perspectiva, que la locura se
asemeja a la vacuidad del huevo huero y podrido (llamado
precisamente, "loco" en algunas partes) empollado por la
clueca. Se podría reforzar la comparación con otra que estriba más
bien en la inmovilidad de la gallina clueca, que explicaría la
sinonimia de "clueco" y enfermizo, y evocaría la
imbecilidad o el estupor del supuesto loco. Por último, el doble
sentido de adjetivo "chocho", que deriva más claramente
de "clueca" y que se puede aplicar tanto al huevo podrido
(en portugués) como al viejo estúpido, podría confirma dicha
teoría que más nos interesa aquí por las asociaciones imaginarias
y simbólicas que entraña, que por su hipotética exactitud
filológica (33). No dejaremos, por tanto, de recordar que "chocho"
designa también el órgano genital femenino y que, como apunta el
propio Corominas, "en ambientes rurales no es raro que se
aproveche al enfermo para incubar huevos" (34).
Por el
momento, nos contentaremos con retener la asociación del loco o
tonto con la clueca y con los huevos, así como las connotaciones
femeninas que implica dicha asociación.
Otra red
semántica ha sido trazada por G. Rohlfs, que relaciona el portugués
Ovo Choco (huevo huero) con el cuclillo, por alusión a la consabida
creencia en los huevos puestos por dicho pájaro en los nidos ajenos
(35). Sin embargo, parece que con ello seguimos en el mismo
simbolismo, ya que son bien conocidos, por una parte, la relación
del cuco con lso maridos engañados y, más generalmente, con la idea
de impotencia y esterilidad (36), y por otra, la supuesta tontería
del cuco (37).
No me parece
inverosímil, además que la posición "en cuclillas",
expresión indudablemente derivada del nombre de la "clueca",
infiera implícita alusión al "cuclillo" y a su víctima,
la curruca (38). Apuntaremos, por fin, para apurar el instructivo en
canto de las flasas etimologías, que lo mismo que el grotesco
"zambapalo" fue probablemente danza de "zampapalos"
(o sea, necios), la chilena "zamacueca" bien pudo ser baile
de "zamacucos", y que algún filólogo a la violeta ha
querido ver en ella una "zamba clueca" ("por la
posición casi en cuclillas que a menudo adopta el varón"(39)).
No cabe aquí
internarse más en el terreno del simbolismo tradicional y folklórico
de gestos, ademanes y posturas relacionados con la locura (ni en el
de sus connotaciones zoológicas y, más destacadamente,
ornitológicas): bastará con observar que, cómicas o infamantes, el
loco o mero bobo es encrucijada de alusiones sexuales y tiene un
vínculo estrecho y contradictorio con la genética oval (40)
2. Este
complejo de asociaciones queda actualizado en una serie de motivos
narrativos y cuentos especialmente arraigados en el mundo
mediterráneo. Ya en la Edad Media la imagen del hombre que empolla
huevos servía para ridiculizar a tal o cual individuo, grupo o
categoría: en la literatura francesa, desde el siglo XIII, se va
repitiendo el tópico del anglais qui couve, de tono claramente
satírico y xenófobo, y se critica al caballero recreant comparando
su inactividad y presunta cobardía con la actitud de la gallina
clueca (41).
Aparece
también, alguna que otra vez, el motivo figurado del hombre que
empolla (¿o pone?) huevos en el mundo de las misericoridas que
adornan las sillerías de coro en las iglesias y catedrales: se puede
ver en Saint Seurin (Burdeos) y en la catedral de Toledo (42). En
casos de esta clase es difícil determinar si el tema entraña una
alusión más o menos malévola a una costumbre de campesionos (43),
una alegoría satírica y moral (44), o, lo que me parece más
probalbe, lareminiscencia jocosa de un cuentecillo análogo a los que
mencionaremos a continuación.
No cabe duda
que, por lo general, el significado es de burla y reprobación, no
desprovisto, a veces, de claras implicaciones diabólicas, como
sucede en las alusiones de Gautier de Coinci a los béguins et
papelarz, hipócritas y sodomitas, que celebran feste saint Pançart
y ponen huevos que empollará el diablo y de los cuales nacerá el
Anticristo (45). Sabido es, por otra parte, que en el folklore
germánico los demonios se alimentan con huevos, y que ellos mismos
van poniendo otros tantos, que luego regalan a las mujeres a las que
han poseído: ponen las brujas en Suiza, y se cuentan en Alemania
graciosas anécdotas de mojes y labradores que, habiendo comido
dichos huevos, se vuelven también ponedores (46). La gente diabólica
es aficionada a los "huevos de gallos", empollados por
brujas, de los que salen personajes sobrenaturales como el coqwergi
alpino (especie de enano salvaje), o peligrosos monstruos como el
cocatrix o el basilisco (47).
3. Más
inocuo es el tradicional bobo empollador de una secuencia narrativa
(que a veces constituye un cuentecillo por si sola) difundida en
todo el área mediterránea e incuso en Alemania, Hungría, Rusia,
etc. En este episodio de ambiente generalmente rústico, el simple,
al que imrpudentemente la madre o la esposa han dejado solo en casa
confiándole algunas tareas sencillas, comete una serie de tonterías
más o menos catastróficas, siendo una de llas el imaginar que los
huevos de la gallina o del ganso se van a enfriar si él no los
empolla: cumple su propósito (a veces cubriéndose de plumas y
cacareando) y se sienta en los huevos, con el previsible resultado
de romperlos todos y ensuciarse los pantalones (48). Este tipo
narrativo parece estar difundido ampliamente en el mundo musulmán,
donde el héroe de la anécdota es Yehá (o sea, Nuredin Hodja)
(49), Xailún (50). Se encuentra también con frecuencia en Sicilia
e Italia, en formas literarias (Morlini, Basile, G. C. Croce (51)) y
populares (52), y en la Francia meridional (53). Las versiones
hispánicas forman parte del ciclo relativo a "Juan Tonto"
del que tantas historias se cuentan en todas las culturas ibéricas
e iberoamericanas: en estas versiones, el simple tiene que
entendérselas algunas veces con su madre, otras con su mujer (María
la Lista), pero siempre se echa en los huevos de la gallina o de la
pava, rompiéndolos y gritando: "estoy en clo, estoy en clo"
(54). En Cataluña, también la madre de "En Filoseta"
encuentra a su hijo assegut damunt de la covadora... i portava tot
el darrera empastifat dels ous esclafats (55). Ya se conoce la
significación sexual de "los huevos", y es muy probables
que la imagen del desastre final represente simbólicamente la
impotencia que sigue a un fallido intento (¿ritual?) de acrecentar
la propia "virilidad" por magia de contacto (56).
4. No hay
mucha distancia entre el tonto que empolla huevos y "el que los
pone de verdad", exceptuando el hecho de que éste es figura de
pura ficción. Entre los dos media el que cree que los humanos
pueden poner huevos (57), o el bellaco que finge que los pone para
engañar a los que abrigan dicha creencia (58). De antigua tradición
y extensa difusión es el cuento de la mujer incapaz de guardar un
secreto: su marido somete a prueba su discreción diciéndole que ha
puesto un huevo o que ha parido analmente un pájaro. En pocas
horas, claro está, la interesante noticia se ha difundido y se ha
multiplicado su contenido. Este cuento se relaciona muchas veces con
el de "los tres consejos" (Aa-Th. 910) y aparece en
Abstemius, Noël du Fail, los Gesta Romanorum y La Fontaine, así
como en la novelística oriental (59). Preciosas versiones
hispánicas, reseñadas por Espinosa, se encuentran en Cataluña,
Asturias, Portugal y América (60). En estas narraciones, al
contrario de lo que sucedía en el caso precedente, la tontería
está de parte de la mujer y la hazaña masculina es pura mentira:
reaparece el tranfondo agonístico y lúdico de los cuentos y coplas
de disparates (cf. La apuesta entre hermanos), pero elaborado según
el tópico del matrimonio listo-tonta (inversión de la pareja
lista-tonto del tipo anteriormente estudiado).
5. Para
acabar con la asociación entre huevo y tontos, mencionaré el
cuento del simple que se deja vender una calabaza creyendo que se
trata de un huevo de asno y de yegua. Cuando se le resbala la
calabaza y va a romperse en una breña, espantando a un conejo o
algún otro an imal, que huye a todo correr, el tondo cree que el
fugitivo bicho es el burro o potro que acaba de salir del huevo
(61). Viene al caso aquí este cuentecillo porque en algunas
versiones el tonto empolla dicho huevo, o tiene intención de
hacerlo, y sobre todo porque el relato se contamina frecuentemente,
por lo menos en el motivo final, con un tipo de cuento distinto, en
el que el tonto se cree preñado y peiensa que el animal que huye
ante él es su propio hijo (62).
El
cuento de los huevos de yegua tiene gran difusión tanto en Oriente
como en Occidente (se han recogido muchas versiones en Francia), y
tiene forma literaria desde el siglo XVI (J. Pauli, Schimpf und
Ernst). También forma parte del repertorio de Yehá (63), y se
emplea con distintos fines: puede expresar el desprecio burlón de la
gente de la icudad hacia los campesionos y serranos (64) o, al
contrario, la reacción del campesino contra una clase dominante que
ignora las realidades más elementales de la vida (65). Sólo conozco
una versión ibérica, que es la que recoge Amdes, "Els ous de
somera", en la que tres babaus son engañados por un hostaler que
les hace creer que "en aquell país les someres es covaven"
y les vende una carabassa (66).
Se puede considerar estos relatos como variaciones sobre un tema tradicional
muy difundido, que es la relación entre el tonto (o loco) y la
calabaza. Ya se sabe que el calabassot (o carabassot) y el "sandío",
como el carnavalesco don Melón del "Libro de buen amor",
son personajes que tienen relación con una forma de locura. Pero lo
que aquí se denuncia, más exactamente, es la confusión entre el
huevo y las calabaza. Ambos aparecen con harta frecuencia en las
anécdotas de locos, y ambos tienen función genética: no sólo
evoca la calabaza -como el huevo huero- una cabeza vacía, sino que
está asociada en varias culturas de Asía y Africa (probables
herederas de un fondo subyacente de representaciones prehistóricas)
con ideas y creencias relativas al nacimiento y a la cosmogonía
(67). Símbolo femenino y uterino, la calabaza debe ser rota y su
destrozo representa a la vez el coito y la creación del mundo (68).
El origen
mítico de esta satírica anécdota se trasluce cuando se la compara
con fábulas en las que el nacimiento no es mentira o ilusión, sino
efectivo milagro (69). Una vez más cabe constatar que las historias
de locos se construyen por trasposición y contraposición: imágenes
y secuencias sacadas de un antiguo repertorio mítico son recuperadas
y adaptadas, invertidas en otros esquemas narrativos que corresponden
a nuevas mentalidades (una marcada oposición separa lo posible y lo
imposible, la mentira y laverdad, la ilusión y la realidad). Sin
embargo, queda en pie el primitivo vínculo entre la ingenuidad
absoluta -que ahora se interpreta peyorativamente como locura o
tontería- y los orígenes del mundo y de la vida (70).
6. Este
entroque tradicional del loco o bobo con las fuerzas generativas y
primordiales del universo, simbolizadas por el huevo o la calabaza,
muestra que dicho personaje es lejano descendiente de figuras
míticas del Primer Hombre o del Héroe Civilizador, heredero venido
a menos, por cierto: al hacer de él un subnormal o un subalterno
más o menos grotesco e infantil, los nuevos sistemas de valores y
representacions que lo reconstruyen ponen en entredicho su virilidad
al mismo tiempo que sus aptitudes mentales. Su relación originaria
con un poder generativo, por ser femenino (o femenino por ser
generativo) se vadesvalorizando: así se constituyó la figura del
tondo como persona sexualmente "incapacitada o invertida".
Su bisexualidad nativa y su conciencia espontánea de una fuerza
germinativa difusa en toda la naturaleza, anterior a toda
diferenciación sexual, ya no son consideradas sino manifestaciones
de un subdesarrollo personal o de una inadaptación (71). Al mismo
tiempo se va dando una nueva interpretación, reduciéndolo a una
significación restringida, al juego agónico que suscita mediante
la lucha de los sexos (72).
Así se
plasma el ciclo de cuentos que presentan al tonto esencialmente como
individuo ignorante de las cosas del sexo: inferioridad más
manifiesta aún cuando se le imagina casado con una mujer lista y
autoritaria que, por "llevar los calzones", va feminizando
o incapacitando a su débil esposo. En estos relatos, toda la carrera
amorosa y matrimonial del tonto lo define como protagonista exterior
o inferior a la supuesta norma sexual: su inaptitud o ignorancia se
pone de relieve en cuentos tan conocidos como el del muchacho que
nunca ha visto a una mujer (73), en la serie de anécdotas relativas
al disparatado cortejo del novio idiota (74), o al intercambio de
tareas "masculinas y femeninas" en un matrimonio campesino
(75). En algunas versiones de este tipo de cuento, la inversión de
ocupaciones y menesteres lleva al marido a un "afeminamiento"
que a veces se resuelve en verdadera castración: tratando en vano de
cumplir con las tareas hogareñas -mientras que su mujer está
trabajando en el campo-, el marido provoca una serie de catástrofes.
La última de las cuales es permitir que un animal (una yegua, en la
versión rusa (76)) le muerda y seccione los genitales. La mujer, a
la inversa, va acaparando la "hombría" que falta a su
marido y lo obliga a empollar huevos: en este caso no se trata de una
locura espontánea, sino de una humillación o de un escarmiento
deliberadamente impuesto al hombre por la mujer (77). Muy
significativa es la versión rusa en la que la esposa del campesino
perezoso y clueco se viste de soldado y viene a castigarle a
latigazos: en el episodio se aprecia claramente la total inocencia
sexual del palurdo, ya que la disfrazada mujer le muestra el propio
sexo haciéndole creer que es una herida de guerra (78).
III. EL HOMBRE
PREÑADO: MITOS, CREENCIAS Y PATRAÑAS.La misma
degradación de un tema mítico en imagen burlesca y satírica se
puede observar cuando se considera la evolución de las figuraciones
del embarazo masculino: otra vez se advierte la persistencia de la
misma relación entre locura y nacimiento.
Al concepto de
"loco-clueco" o loco ponedor -ya presente en el repertorio
icónico de la Compagnie de la "Mére Folle" de Dijon (79)-
corresponde simétricamente el del parto (cesáreo) de los locos en
la literatura carnavalesca del Renacimiento alemán (80). El motivo
tiene un claro carácter festivo y simbólico (como dice el refrán,
"un loco hace ciento"). Pero cabe preguntarse si no
vehicula en ciertos casos intenciones más precisas y
representaciones más profundas. R. Zapperi ha dedicado al tema un
libro de gran erudición y penetración, destacando en particular el
transfondo polémico de toda una serie de cuentos y documentos
iconográficos: después de que el cristianismo medieval trató de
imponer, a través de la remodelación del episodio del nacimiento de
Eva (que viene a ser hija de Adán, parida directamente por él), el
dogma feudal de la supremacía del padre sobre los hijos, del hombre
sobre la mujer y de los señores sobre los súbditos, la cultura
folklórica reaccionó invirtiendo el sentido del mensaje y
volviéndolo en contra de los representantes del sistema opresor
(amos y sacerdotes), ridiculizando en su deseo e intento de
presentarse a la vez como padres -ya que no renuncian, ni mucho
menos, al falocentrismo- y madres de sus subalternos (81). La
demostración es brillante, pero sólo se centra en su aspecto
parcial de las tradiciones movilizadas, puesto que hace caso omiso de
los elementos de la cultura folklórica que se determinan
independientemente de la cultura dominante, en particular de los
elementos rituales (82), y no considera sino los componentes
burlescos, satíricos y negativos del tema.
Cabe subrayar,
en efecto, que éste no se inscribe en la "cultura popular"
únicamente como repercusión de una propaganda clerical: tiene
raíces "autóctonas", y la figura del hombre preñado no
es tan sólo objeto de irrisión o desprecio, pues entraña
reminiscencias y connotaciones míticas que a veces le confieren una
dimensión noble, e incluso trágica; tampoco es siempre una ficción
deliberadamente disparatada, sino que expresa, en contados casos, una
creencia efectiva, más propia de la leyenda o del mito que del
cuento o de la fábula (83).
1. R.
Zapperi no deja de señalar que en los cuentos folklóricos muchas
veces el personaje ridiculizado por la supuesta preñez es un
sacerdote: lo explica por la focalización de la agresividad popular
contra dicho representante del orden dominante, símbolo de la
representación sexual y divulgador de una ideología castradora.
Pero no es menos cierto que, por su presunta continencia y por el
contacto que mantiene con lo sagrado, el sacerdote (o el monje)
hereda ciertas características propias de personajes míticos y
rituales. La sexualidad ambivalente de estos personajes míticos y
rituales. La sexualidad ambivalente de estos personajes les permite
desempeñar el papel de mediadores y transformadores, controlar las
relaciones entre la naturaleza y cultura, caos y cosmos, esfera
sagrada y mundo profano, y por lo tanto manipular las fuerzas de la
fertilidad y la fecundiad (84). En muchas culturas "primitivas"
el personaje mitológico del Trickster o Décepteur aparece como una
especie de demiurgo o héroe civilizador (aunque a veces se le
presenta sólo como un fripon divin o proto-loco que no origina más
que catástrofes o desajustes). En varios casos es bisexual: se
disfraza de mujer, se casa con un hombre e incluso alumbra (85).
El tema del
hombre preñado ocupa también un área importante en las dos
Américas: incluye el motivo del hombre que se fecunda a sí mismo
(hundiéndose el pene en el codo) y pare. Generalmente el héroe de
este ciclo es el "buscador de nidos", niño oculto nacido
analmente que hace de término medio entre categorías conceptuales
opuestas del mito (86).
En África, el
décepteur es más bien encarnación de la metis, y tiene
significación social más que cosmogónica: personaje débil, pero
astuto, consigue triungar sobre los potentes, pero a veces se excede
y comete transgresiones o trata de imitar proezas ajenas y fracasa.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando Araña, después de una riña
doméstica, decide procrear un niño por sí solo: bebe una medicina
que le infla la barriga. Quiere dar a luz, pero el vientre se le
revienta, y muerte (87). En estas narraciones se admite la existencia
de una ley f´sica y orgánica que la magia no puede transgredir: el
mito se transforma en cuento "realista" (a lo fabliau), y
la preñez masculina se considera pura ficción, artimaña de astutos
o ilusión de tontos (88).
Los vivos
correspondientes de estas proyecciones mitológicas son los
tradicionales especialistas de la mediación entre mundo "natural"
y fuerzas ocultas: brujos, "payasos rituales" y chamanes,
peritos en transgresión controlada y en manipulación de sustancias
y objetos sagrados o peligrosos. La iniaciación y la carrera del
chamán incluyen muchas veces la reversibilidad sexual (89) y la
teórica facultad de dar a luz (90).
2. Estos
ejemplos son exóticos y no pueden tener relaciones directas con las
tradiciones folklóricas occidentales que estudiamos. Pero en el
mundo indo-europeo también floreció el tema desde la antigüedad.
En la India conoció un desarrollo mitológico especial, y son
manifiestas su relación con las concepciones cosmogónicas (el
primer "Hombre preñado" es Prajapati, el dios creador,
que produce todo el universo a partir de su pripia sustancia) (91),
su importancia en la religión (92) y sus incidencias rituales (93).
Pero también se suele asociar a personas reales como los yoguis
(94), o figuras histórico-legendarias como ciertos reyes (95).
Contadas veces tiene matiz burlesco o satírico y en ciertas
ocasiones cobra una dimensión trágica, como ocurre cuando se debe
inclinar la fantasía ante el determinismo fisiológicos real (96).
En relatos mitológicos y folklóricos corrientes en otros sectores
de cultura indoeuropea aparece también el hombre preñado, con un
tinte cómico (en el caso de Loki, el trickster de la mitología
escandinava (97)), heroico (98), o propiamente teológico (99).
3. En todos
estos casos, se deba el embarazo masculino a absorción,
autofecundación, transferencia de germen o a transfromación
provisional en mujer, se trata de un fenómeno considerado "real":
la transgresión de la ley natural no plantea ningún problema. Es
de señalar que esto no ocurre solamente en mitos, sino también en
cuentos, leyendas y probablemente creencias populares más
recientes. En el cuento tipo 705 ("Born from a fish")
(100), muy difundido en el norte de Europa, un hombre queda
embarazado por haber comido un pez mágico destinado a su esposa: le
sale una niña de la rodilla. El embarazo por absorción de una
semilla o de un fruto maravilloso es motivo harto frecuente en el
folklore: se puede dar tanto en hombres como en mujres (101). Por
últmo, cabe subrayar que, junto a todas las historias burlescas de
pseudo embarazo recopiladas por Zapperi, existe a lo menos una en
que se cuenta un parto presentado como efectivo (102).
También se
debe reparar en la ambivalencia del tema y en su relación
privilegiada con la realeza. Si el parto masculino es propio de
dioses, héroes y figuras eminentemente positivas, también lo es de
entidades demoniacas: ya hemos aludido a los huevos del Diablo y al
nacimiento del Anticristo. Del mismo modo, se sabe que Loki es una
figura escatológica y desempeña un pale esencial en el
desencadenamiento final de las fuerzas del mal, y que el loco
medieval tiene a veces connotaciones satánicas. Esta valoración
negativa del tema culmina con su asociación a la leyenda cristiana
de Nerón -ampliamente difundida por la Leyenda Dorada-, según la
cual el malvado emperador quedó preñado de una diminuta rana que le
hicieron tragar los médicos y que expulsó por la boca (103). En
casi todos estos casos subyace un complejo de representaciones
relativas a la inversión sexual (complejo especialmente desarrollado
por el cristianismo medieval): las prácticas de homosexualidad, por
otra parte, son consideradas con frecuencia causas posibles del
embarazo masculino (104). Es significativa la diferencia entre la
interpretación india y la cristiana de una misma imagen: Vishnu se
transforma en mujer, recibe la simiente de Siva y da a luz, después
de haber recuperado su forma masculina; el niño nacido en tan
extrañas condiciones es un demonio, pero su estancia en las entrañas
del dios le confiere estatuto divino (105). Los teólogos medievales,
en cambio, imaginaron que los diablos, para multiplicarse, se
transfromaban en súcubos femeninos a fin de recoger el esperma
masculino y, después, en íncubos a fin de fecundar con él a las
brujas: sus retoños serán como ellos, criaturas demoniacas, aunque
formados a patir de simiente humana (106).
Es evidente
que la figura cristiana del demoniio, como la del "loco",
se ha construido por recuperación y reinterpretación unilateral de
muchos elementos folklóricos análogos a los que se condensaban en
personajes tan polifacéticos como el trickster de antiguas y
exóticas mitologías: pero en el mundo indoeuropeo las entidades
míticas de esta clase han quedado marginalizadas, subordinadas o
completamente anuladas, y es el rey el mediador privilegiado, el
representante por antonomasia del héroe civilizador o del primigenio
demiurgo. G. Dumézil y otros comparativistas han evidenciado la
relación que une los ritos y leyendas indoerupeos de la soberanía,
a la representación del Primer Hombre o del Dios Primordia (107).
Esta dimensión sagrada de la realeza explica el que la doble
facultad de transfromismo y procreación, que en tantas culturas se
atribuye al trickster (que encarna, en más de una ocasión, un
principio de rebelión y oposición a los poderosos), sea acaparado
en cambio, en las culturas indoeuropeas, por el rey o por personajes
directamente relacionados con el poder y, por lo tanto, continuadores
de Adán (el primer hombre preñado a partir del momento en que se
imaginó que Eva nació de su cuerpo, como atinadamente señalo
Zapperi) (108). Si la cultura folklórica entraña y expresa tanta
agresividad contra los amos y los sacerdotes, representantes de un
orden opresivo, manejado contra ellos el arma de la ridiculización a
través del tema del hombre encinta, es porque dicho tema ya formaba
parte de la mitología del poder (109). El primer dios soberano (que
es también dios de los soberanos) es un dios ligador que detenta el
poder de manipular el pneuma y de hacer que se hinchen las barrigas:
también los reyes, que en determinados casos deben ser obesos, y
cuya enfermedad predilecta y simbólica es la hidropesía, participan
de esta facultad de inflación y desinflación (110); y encarnan a
veces en su propia persona un doble principio de paternidad y maternidad (111).
4. La
complejidad de estas herencias culturales explica que el tema del
hombre preñado, tal como aparece en el occidente cristiano desde la
Edad Media, sea encrucijada de tradiciones y no se pueda explicar de
modo unitario. Sólo puede cobrar la dimensión polémica que
desentraña Zapperi porque lo respalda un trasfondo de
representaciones, algunas de las cuales reflejan mentalidades y
creencias arcaicas. Antes de ser considerado mero disparate lúdico,
tontería de rústicos o símbolo de diabólica locura, antes de
haber sido usado por la Iglesia (mediante el motivo del parto de
Adán) como instrumento dogmático, y por el folklore como arma
satírica contra la ideología y las clases dominantes, fue el
centro de un conjunto de pretéritas ideas relativas a la concepción
y a la diferenciación sexual.
Se siguió
creyendo, por ejemplo, has bien entrada la Edad Media, que algunos
hombres tenían regla mensual como las mujeres (NOTA FYSY 1) (idea
arcaica (112) que se solía aplicar a los judíos (113)) o leche en
los senos con la que podían amamantar (114) (NOTA FYSY 2): en la
España del Siglo de Oro este tema daba lugar a controversias
eruditas (115) y cuentecillos humorísticos, como el que refiere
Luján de Sayavedra en su Guzmán (116). También casos míticos y
reales de hermafroditismo alimentan la creencia en la posibilidad de
que el hombre se transformara en mujer. Historias de este tipo
abundan en la India (117), y aunque siempre suscitaron escepticismo
en las especulaciones eruditas occidentales (118), encontraron
favorable acogida en el folklore narrativo (119).
No es de
extrañar, por tanto, que, fuera de todo contexto polémico o
intención satírica, se encuentren alusiones a un tema que, antes de
ser chistoso, debió de gozar de tanto crédito popular como los
incontables "casos" extraordinarios o legendarios relatados
en misceláneas renacentistas y en pliegos de cordel: en La Octava
Maravilla, Lope de Vega menciona la existencia de una versificada
"historia trovada" (que circulaba en papel impreso con
letras de molde) "de un hombre que cuando menos / dicen que
parió en Granada" (120). En otra ocasión el mismo Fénix se
divierte hilvanando el tema, todavía relacionado con "la
barbaridad de España", en Las batuecas del Duque de Alba: los
rústicos batuecos recogen a una dama (disfrazada de hombre) que
acaba de parir y creen que se trata de un hombre preñado. Llegan a
imaginar que "los hombres del otro mundo [suele] parir de siete
en siete años", y aducen ejemplos naturales como "¿El
gallo non pone un huevo? / ¿La liebre no es fembra y macho?"
(121) (NOTA FYSY 3) Claro está que co nesta anécdota volvemos a la
otra vertiente de la patraña, donde imperan el engaño o la ilusión,
la sátira de la boba ingenuidad que se atribuye a los labradores.
IV. EL HOMBRE
PREÑADO: BURLAS Y VERAS.Probablemente
plasmado en el contexto ritual de las competiciones intersexuales a
las que aludía antes, el tema del hombre preñado de la tradición
folklórica europea parece haber perdido toda conexión con las ideas
cosmogónicas e iniciáticas ya mencionadas: en la inmensa mayoría
de los casos es pretexto de burlas, ya que, como broma o engaño, se
le atribuye a un tonto la certeza de que está embarazado: se opone
el mudno real al de la ilusión y se hace befa de la credulidad del
ignorante rústico (perspectiva "aristocrática") o de las
obsesiones y locas aprensiones del poderoso engaño por las artimañas
de sus astutos súbditos (perspectiva "folklórica" o
antiaristocrática, según la terminología de Zapperi a cuya
excelente recopilación de textos remito).
1. Los tipos
más difundidos son dos, y ambos pueden emplearse en una y otra
perspectiva.
En el primero
y más conocido, un enfermo manda una botella llena de su orina a un
médico para que la examine. Antes de llegar a su destino, por
accidente (se rompe la botella) o acto intencional, la orina es
sustituida por la de una mujer o una vaca preñada. El doctor
diagnostica el embarazo. Al enterarse de la noticia, el enfermo se
prepara con vista al esperado parto o, avergonzado, trata de
conseguir, de un mod más o menos violento, un aborto. El trance se
concluye generalmente con la aparición inopinada (y huida inmediata)
de un animal -liebre o zorro- que pasaba por el lugar de la operación
o estaba oculto en un matorral vecino. El tonto cree que el animal es
su hijo: a veces trata vanamente de perseguirlo para bautizarlo
(122). Es frecuente que toda la aventura no sea más que una burla
urdida por un chistoso o vengativo protagonista deseoso de engañar
al crédulo paciente (123).
El segundo
tipo se mezcla a veces con el primero, incluyendo, sin embargo, un
elemento original: un animal o un objeto cualquier se ha introducido
(por la boca o por el ano) en el cuerpo de un hombre sin que éste se
percate del hecho. Le crece el vientre y sufre dolores insólitos,
hasta llegar a creer, espontáneamente o influido por sugerencias
maliciosas de algún allegado, que está embarazado. A veces, ayudado
por un potingue o una lavativa, expulsa analmente el elemento
extraño, creyendo que se trata de un parto auténtico (124).
En estos
casos, el embarazo y el parto son a la vez imaginarios y efectivos,
siendo reales sólo la absorción y la expulsión, aun que de
interpretación disparatada. En ambos tipos cabe distinguir versiones
que implican un engaño deliberado y versiones en que la creencia del
protagonista en la realidad de su preñez es espontánea, y no se
debe a sugerencias ajenas, sino que es fruto exclusivo de la propia
fantasía.
Se puede
considerar como tipo aparte el cuento renacentista en que el embarazo
masculino es simulado por un marido que quiere engañar a su esposa
haciéndole creer que se encuentra en dicho estado por haber
practicado con ella el equus eroticus: con la complicidad de un
médico que alucina fácilmente a la credula mujer diciéndole que se
puede transferir el embarazo a otra persona, se las arregla para que
la misma esposa le suplique se acueste con la criada (que es quien en
realidad está encinta por obra de su amo) para salvar la honra
familiar al comunicarle el germen colocado en indebido lugar.
Consigue así el marido adúltero continuar sin trabas con sus amores
ancilares, y justificar los resultados de su relación clandestina
sin alterar la paz conyugal ni la reputación de la casa (125).
2. La
contraposición recalcada por Zapperi entre versiones folklóricas y
antifolklóricas, interpretadas las primeras como sátiras contra
los ignorantes campesinos, y las segundas como reacción de los
mismos contra sus detractores (binomio que sirve de matriz para toda
una serie de oposiciones secundarias: ciudad vs campo, marido vs
mujer, etc), sólo es valedera en contextos conflictivos y no puede
considerarse originaria: el cuento bien puede ser intrumento de
lucha, pero es ante todo expresión de una cultura, y la consabida
teoría de la oposición entre "cultura popular" y cultura
oficial o erudita, no agota todos los fenómenos de transferencia y
aculturación que dan su sello especial a las sociedades
occidentales del Medioevo tardío y del Renacimiento (126). Es
cierto que, en determinados medios, se quiso indentificar al
labrador o "villano" con el loco, entendiéndose este
término más en el sentido de una bobería absoluta que en el de
demencia o desarreglo psicológico, y no menos cierto es que en
España, en particular, esta identificación fue objeto de una
acusada elaboración literaria y dramatica (127).
Resulta
interesante, por lo tanto, constatar que, en ninguna de las tres
versiones hispanicas que conozco, se hace mención precisa de la
implícita condición campesina de los principales protagonistas del
cuento (siempre se trata de "un hombre", "tres
individuos"...), y que no se da ni el menor asomo de sátira
contra los rústicos (128). Pero tampoco se puede decir que sirva el
tema para expresar disposiciones revanchistas hacia los privilegiados
o hacia los que ocupan una situación dominante: no aparecen
sacerdotes ni monjes, y si el hombre preñado es amo en el cuento
albercado (tiene un criado al que le confia los meados que hay que
someter a examen médico), y padre de familia en la versión
americana (es su hijo quien, a instancias de la madre, se hacer cargo
del recado), su ridiculización no acarrea ninguna compensación o
satisfacción a los que de él dependen. No hay burlador ni burlado,
y los que practican la sustitución de orines son incluso más tontos
y ridículos que el "preñado": en ambas ocasiones,
creyendo que es vino, beben el contenido del recipiente antes de
volver a llenarlo...
En
cambio, en la versión de Piedrabuena, que es algo distinta por no
incluir el episodio de la sustitución de orines, se trata de una
auténtica burla de la que los listos hacen víctima a un compañero
"un poco falto", dándole potingues y haciéndole creer que
está embarazado: luego le asisten en el "parto",
provocando con un raspón de besugo, y le muestran el lagarto que se
supone él acaba de dar a luz. Pero la burla no entraña ningún
antagonismo socio-cultural: no aparece el binomio que el de listos vs
tontos en su forma más abstracta (129).
En ninguno de
estos cuentos se trae a colación un tema conflictivo como el de la
supuesta homosexualidad o el de la inversión de posiciones en el
coito, que tantas veces se encuentra en otras versiones europeas. En
el universo campesino en que se sitúan estos cuentas hay amos y
criados, padres e hijos, listos y tontos, pero su espacio cultural
común es homogéneo y todos comparten los mismos valores; valores
presentados como universales y admitidos tanto por el narrador y su
público como por los personajes del relato.
3. Los
cuentos hispánicos nos permiten vislumbrar el aspecto fundamental
del tema, menos visible en otras versiones occidentales que lo
cuelena en esque3mas narrativos ajenos e invierten en él
preocupaciones socio-culturales muy distintas, vinculadas con otro
tipo de mentalidad: la oposición básica en la que estriban las
tres versiones no es tontería vs astucia o dependencia vs
dominación, sino pasividad vs actividad. Como situación inicial
del cuento se da una disposición anímica peculiar del
protagonista, estado escepcional (enfermedad) o constitutivo y casi
ontologíco (rasgo psicológico). Esta disposición, que se presenta
como carencia y causa de insatisfacción para el propio protagonista
o para sus allegados, es la raíz y condición del desarrollo
ulterior del escenario que va a consistir en una operación
catártica destinada a acabar con dicha carencia.
La
consecuencia inmediata de esta disposición es un estado de torpor o
inmovilidad (o deseo de inmovilidad): en el cuento de Colorado se
trata de "un hombre que era muy flojo para trabajar y se
mantenía en la cama muriéndose..." Esta inercia exaspera a su
mujer, al parecer, asume todas las funciones activas y ejerce
autoridad doméstica (mada a los hijos y decide por sí misma
consultar al médico (130)). Todos los sucesos narrados en el cuento
-sustitución de orines, pretendido embarazo, "parto" de la
ternera- concluyen con la cura definitiva del preñado: "se fué
pa su casa y ya llegó muy trabajador y ya no se quedaba en la cama
por no ponerse encinta de ternera". Al "salir de su
cuidado" el hombre flojo recobra su vitalidad y energía: la
alucinanción ya no es burla, sino terpia mental y se inscribe en un
proceso de recuperación provisional. Hay que pensar por la ilusión,
asumir completamente la lógica de la propia locura para apurarla y
volver a la norma.
En la versión
salmantina, el protagonista está tan gordo que no puede "ni
montar en caballería, ni andar...", sintiéndose "muy
saghuto". Después del episodio de las sustitución y del examen
médico, el enfermo decide provocar un aborto (o acelerar el parto)
saltando desde un árbol (131). Al caer espanta a un gato que huye
corriendo, y no consigue retenerlo: "-¡ven acá! ¡no te vayas
sin conocer a tu padre!" Hay una clara oposición entre la
inmovilidad del enfermo y la extrema agilidad del fugitivo gato: no
se indica en el cuento si el parto libera al protagonista y le
permite recuperar su movimiento, pero es probable que se admita
implícitamente que la operación, aunque es imaginaria, tiene el
mismo efecto catártico que ne la versión americana, ya que en una
versión danesa del mismo relato se menciona que el abultado monje
Miguel se vuelve flaco después del parto imaginario (132).
El
estado de abulia o torpor que paraliza a los héroes de estos cuentos
se parece mucho a la inmovilidad de los ya mencionados cluecos, y se
relaciona con toda la tradición folklórica de los "perezosos"
(cf. Tipos 675 y 822, y el tema de la Tierra de Cucaña, paraíso de
los gordinflones y dormilones). Pero también entraña probables
reminiscencias de arcaicos fenómenos psicomáticos -vinculados con
ceremonias cíclicas- y el proceso del parto debió de construirse a
partir de un repertorio de motivos e imágenes sacado de rituales
terapéuticos, parecidos a los que se operan en el tarantulismo o en
el exorcismo aplicado a los demoniacos. El paciente es "habitado"
por un cuerpo o una fuerza extraña de la que trata de
desembarazarse, expulsando lo que cree haber ingerido (133).
Dos motivos de
la versión salmantina revelan este enfronque mítico-ritual: la
orina del enfermo es recogida en una CALABAZA, detalle aracaido que
el narrador ya no entiende y que trata de justificar torpemente ("...
porque allí era cohtumbre el echar el vino en calabazah pa beberlo")
(134); en cuanto al salto desde lo alto de un árbol, es a la vez
tema de ordalía y recuerdo de un acto cosmogónico, la zambullida
del earth diver, mito de emergencia, cuya relación con el concepto
del parto masculino y anal ha sido ponderada por A. Dundes (135).
En cuanto a la
tercera versión castellana, se especifica en ella que el
protagonista "tenía envidia de cuando paría una mujer lo bien
que la cuidaban". Es la única versión en la que el parto no es
objeto de verguenza, aunque sí es efecto de una burla puesta en
práctica por los dos compadres astutos que le hacen experimentar al
compañero "un poco falto" los dolores y alegrías del
alumbramiento, dándole potingues, atormentándoles el culo con el
raspón de besugo y presentándole el lagarto que se supone acaba de
parir. Aquí la oposición principal es: mimos de que es objeto la
mujer parida vs trabajos y dolores que sufre la parturienta. El
narrador insiste mucho en que el contraste entre la realidad del
sufrieminto y lo fingido del parto (en otras versiones son los
dolores ocasionados por los intentos de aborto: bastonazos, caídas,
etc.), y llega a imitar los gritos de desgraciado (136). La dimensión
catártica es evidente: se cumple el deseo del protagonista, el único
feliz de todos los hombres preñados, y experimenta en su propia
carne que los cuidados vinculados a la condición maternal están
justificados por el dolor sufrido durante el parto. La conjunción de
ficción y sufrimiento real es propia de los ritos iniciáticos: la
aparación del lagarto, el estado de simbiosis final entre "padre"
e "hijo" proyectan, con tono de ridiculez y de locura, la
perfecta adecuación entre el individuo y el universo ctónico en que
sigue inmerso. Este cuento es excepcional en el ciclo que venimos
estudiando: el héroe desea parir, cree en la posibilidad de
autofecundación por absorción y es cómplice consciente y
deliberado de un proceso que para sus compadres no es sino una burla
("pues yo quisiera tomar algo a ver si me quedaba preñado").
La única forma del tema más o menos parecida a ésta es la leyenda
medieval de Nerón -que también quiere conocer la experiencia del
parto y expulsa efectivamente una rana (137)-, de la cual sabemos que
fue difundida en Europa por colecciones de exempla tan famosas y
traducidas como el Alphabetum narrationum (138): no es imposible que
le cuento español sea el tardío resultado de un proceso de
folklorización del exemplum, probablemente divulgado oralmente por
predicadores desde finales de la Edad Media; pero tampoco se puede
descartar la hipótesis de que nuestra versión española sea una
reliquia de un "cuento tipo" folklórico arraigado en las
tradiciones populares occidentales desde antiguo y del que la leyenda
de Nerón no sería más que una adaptación semi-erudita y clerical.
V. RITOS
EQUÍVOCOS.Tres de los
motivos que confieren a esta versión su unicidad y, en cierta
mediad, la oponen a casi toda la tradición europea analizada por
Zapperi, inducen a pensar que nos encontramos ante un caso muy
interesante de preservación de un sustrato narrativo arcaico, quizá
revelador de la forma occidental primigenia del tema. Primero, como
ya apuntamos, el hombre "quiere" parir y confiesa tener
envidia a las paridas por los cuidados de que son objeto (139); en
segundo lugar, la parte central del relato no la constituyen las
peripecias preliminares destinadas a explicar la alucinación del
protagonista, sino el mismo "parto" narrado con adornos
miméticos casi teatrales (los gritos de dolor) (140); por fin, el
cuento concluye con la imagen del "padre" y del "hijo"
acostados en la misma cama.
1. Ahora
bien, estos tres motivos evocan con fuerza la presunta institución
o costumbre de la COVADA que tantos comentarios y polvareda polémica
viene suscitando desde hace más de tres siglos. En una enciclopedia
reciente se ha así definido la covada: "the custom of the
father going to bed at the birth of his child, complaining of
labours pains, observing dietary restrictions or otherwise acting
like woman in confinement. In its extreme form the mothers returns
to her work as soon as possible after giving birth, often the same
day, and waits on the father, thus the roles of the sexes are
reversed" (141).
Entre las
interpretaciones psicológicas de dicho fenómeno descuella la que
supone "the existence of pregnancy envy on the part of males"
(142), teoría especialmente desarrollada por F. Boehm, E.Fromm y,
sobre todo, B. Bettleheim.
Además se
destaca la realidad de un fenómeno de transference of pains, que
tiene un aspecto semipatológico (143), pero también un aspecto
ritual y una finalidad mágica, llegando a veces a concretarse en
partos simulados por el hombre (144). Esta mímesis puede tener
distintos fines que no explica exclusivamente la magia simpática:
aunque es demasiado totalitaria y sistemática, la teoría
"matriarcal" de Bachofen tuvo, por lo menos, el mérito de
subrayar la importancia de los antagonismos entre sistemas de
descendencia agnáticos y uterinos, y de los problemas de filiación
(que hoy ya no se conciben exclusivamente con un enfoque
evolucionista), y varios folkloristas y antrópologos han notado que
el parto fingido corresponde en muchos casos a ritos de adopción
(145) o de integración y legitimación. En estos casos la "ficción
legal" ya sirve no para afirmar el papel del padre en la
generación, sino para ajustar y adaptar los distintos registros
simbólicos y reales en los que se sitúan los fenómenos
socio-psicológicos provocados por la aparición de un elemento
nuevo, todavía extraño, y la necesidad de incluirlo, situarlo y
clasificarlo en el grupo: el padre y la madre desempeñan papeles
distintos y complementarios en la adecuación de los aspectos
biológicos, espirituales, familiares y sociales del nacimiento
(146).
Pero la
mayoría de los casos, la "covada" no incluye parto
simulado, sino tan sólo el acostarse el padre, a veces con su hijo,
y recibir felicitaciones y mimos: la imagen con la que concluye el
cuento de Piedrabuena recuerda ineludiblemente añejas descripciones
del rito, como las de Marco Polo (147) o la no tan exótica que nos
proporciona respecto de Ibiza la encuesta efectuado en 1901 por el
Ateneo (148).
2. Costumbres
de esta clase se hallan atestiguadas en Europa desde la Antiguedad,
y en la Edad Media abundan textos literarios y documentales que
aluden, de modo jocoso o novelesco, al motivo del "hombre
parido", siendo el más famoso el episodio de Aucassin et
Nicolette, relativo al estrafalario reino de Torelore (149). Pero
los progresos de la ciencia etnológica de los últimos decenios, al
aducir testimonios sacados de muchas culturas diferentes y situar la
"covada" dentro de contextos sociales y sistemas rituales
peculiares y dispares, obligan hoy a los estudiosos a revisar sus
conceptos y definiciones al respecto: la covada como objeto
científico ya no puede tener definición tan clar y comprensiva
como en la época de Frazer o Tylor. Ya sea porque se ha descubierto
que no se pueden asimilar una a otra las distintas formas y
subdivisiones del supuesto fenómeno (como son covada "pesada"
y "ligera" (150), prenatal y postnatal (151), ritual y
psicosomática (152), propia y figurada (153), etc.), o porque la
ampliación de enfoques ha permitido demostrar que tal o cual dato
ritual anteriormente considerado una forma de covada, no es en
realidad más que un aspecto particular de un conjunto de hechos
mucho más generla (154). Se tiende, por ejemplo, a subrayar que "la
couvade est un système de tabous qui porte sur un ensemble social,
et non une collection de règles affectant le statut d' un
individu... le système de la couvade n'est pas une réalité
autonome... elle est une période rituelle remarquable à
l'intérieur d'une séquence d'actes et de précautions tout à fait
comparables qui marquent les changements d'état biologiques..."
(155). Pero esta aparente explosión del concepto se debe en parte
al carácter prematuro de un esfuerzo de generalización teórica
desarrollado a partir de datos todavía dispersos y heterogéneos, y
al empleo abusivo de una plabra única para designar rituales
americanos, asiáticos, europeos antiguos y modernos, algunos de los
cuales han sido objeto de descripciones pormenorizadoras mientras
que otros se conocen sólo por alusiones, cuando no a través de
tópicos literarios o folklóricos. Cabe distinguir, por ejemplo, el
rito europeo -en el que se da una "substitution symbolique de
la mère par le père"- y "l'ensemble plus complexe et
plus rèpandu des pratiques sudaméricaines" (156).
3. Quizá
tan complejo como el de la definición y las interpretaciones del
hecho es el problema de su implantación española, por cierto
antigua y privilegiada, si cabe dar crédito a testimonios tan
diversos como los de Estrabón, los de algunos viajeros más
modernos por las regiones pirenáica y cantábrica, y los de la ya
mentada encuesta del Ateneo, que aduce ejemploes provenientes de
León, Baleares, Canarias, etc (157). Muchos de estos testimonios
son sospechosos por no corresponder a observaciones directas, sino a
relaciones referentes más bien a reminiscencias de un pasado más o
menos remoto o a alusiones a unas costumbres supuestamente
practicadas por los habitantes de regiones vecinas ("Aquí no,
pero allí en la montaña..."). También se clasifican como
"covada" hechos que parecen tener con ella alguna
analogía, como el que el padre se ocupe de la criatura mientras que
la madre se dedica a otros quehaceres, o la presentación pública
del recién nacido por parte del progenitor (que a veces es objeto de
una "felicitación fálica"). Es de destacar que la idea
de un intercambio de funciones sexuiales, al suponer una
feminización transitoria del hombre, provoca con frecuencia
violentas y "machistas" reacciones de rechazo que se
enlazan de vez en cuando con susceptibilidades regionalistas (158),
y que en muchos casos la "covada" corresponde, más que a
una realidad social, a un sistema de representación imaginaria de
los propios orígenes o de ridiculización de los "otros"
-generalmente vecinos a los que se considera atrasados-, llegando a
simbolizar en ambos casos el estado de barbarie del que
afortunadamente se ha salido para alcanzar el actual y definitivo
nivel de "civilización" (159).
Resulta
significativa, en efecto, la relación entre las ficciones narrativas
a las que nos referimos en las primeras partes de este trabajo, y los
pretendidos "testimonios" sobre la covada hispánica. No es
casualidad si la "covada" evoca la imagen de la gallina
clueca, cuya incidencia en el folklore de los "tontos"
hemos examinado ya. La comparación nos permite ahora comprender el
alcance de algunas anotaciones como "Aquí [Ibiza] no han
'covado' nunca los hombres, que han sido siempre muy hombres. Sólo
han 'covado' las lluecas" (160), y de indicaciones como la de
Sánchez Pérez respecto a un pueblo de León: "cuando llega el
momento del parto, el marido se mete en una especie de cesta o
banasta y se pone a cacarear en cuclillas como una gallina clueca que
empolla" (161). También explica un nombre canario de la covada,
el ESTADO DE SORROCLOCO "que consistía en permanecer en cama
(el marido) mientras lo estuviera la parida, haciéndose atender y
servir como ella" (162).
4. La
relación no parece tan evidente en lo que toca a los cuentos de
"partos" masculinos. En efecto, ninguno de los ejemplos
españoles de covada aducidos (y muy pocos de los que provienen de
otras áreas culturales) comporta simulacro de parto por parte del
padre (163). Sin embargo casi todos implican una inversión más o
menos relativa de los papeles sexuales, hasta el punto de que, en
Menorca, "al padre que, en vez de desplegar su actividad, se
tumba a la bartola, se le aplica el mote de 'parterot', masculino de
partera" (recién parida, en el dialecto local) (164).
Por lo tanto,
cabe preguntarse si no se dio a veces una contaminación o confusión
entre las costumbres de covada y otros ritos, más marcadamente
miméticos, quizá de origen religioso o iniciático, en los que unos
hombres fingen que paren, apartando sistemáticamente a las mujeres
para apoderarse mejor de sus privilegios biológicos y acreditar la
ficción de un orden puramente masculino dotado de autonomía
absoluta, capaz de reproducirse sin participación de las hembras
(165). Mucho han insistido antropólogos y psicólogos en el hecho de
que el escenario de muerte y renacimiento que entrañan los ritos
iniciáticos masculinos corresponde a la intención de hacer constar
que los hombres también pueden parir: la iniación "vise à
rompre le lien entre les jeunes gens et leur mère en prétendant que
l'initié est remis au monde par des représentants du sexe masculin.
Cette renaissance consiste á annuler le fait que c'est la mère qui
a mis l'enfant au monde" (166). Fundada en la rivalidad de los
sexos, la "farsa" iniciática aparece, pues, como un
desarrollo de los juegos agónicos a los que aludimos antes.
Pero hemos
visto que estos juegos también tienen una función asociativa y
prenupcial: por consiguiente, creo que las interpretaciones
psicoanalíticas de los ritos de iniciación con simulación de parto
masculino, al insistir únicamente en los aspectos conflictivos, no
dan cuenta cabal de todos los aspectos involucrados. Más acertados
son los estudios que no descartan las funciones compensatorias y
equilibradoras de las citadas inversiones, y permiten explicar por
qué, correlativamente a la adopción por el hombre de posturas
femeninas, se da cierta masculinización de la mujer (167).
Sería un
error creer que los ritos de este tipo, que, aunque distintos de la
covada, bien han podido confundirse a veces con ella o contaminarla
en tal o cual de sus aspectos, quedan reservados a sociedades
"primitivas" y exóticas: buena prueba de ellos nos es
deparada por una interesantísima descripción del "xogo do
parto", farsa o juego de entretenimiento que se hacía en los
fiadeiros de alguna que otra parroquia de las gallegas tierras de
Pontedeume. Mientras hilaban las chicas, "llevaban un haz de
paja y lo echaban en el suelo para hacer de cama en donde se había
de celebrar el baile final. Un hombre se mete en medio de la paja y
hace de parturienta, comenzando con los "dolores", que le
obligan a quejarse de entonación y variación de vocales. Entre los
lamentos salen dichos contra los hombres por ser autores de la
criatura que se avecina y no padecer dolor alguno: "-Ai! Ai!
¡Galopíns!, a vos gústabos ben o que sei eu, pero non tendes que
xemer e pasar o dolor que pasamos nos-". Luego llaman al
"médico", con el cual se entabla un diálogo: después de
haber examinado completamente a la "parturienta", declara
que el parto es normal. A la "madre" le dan tazas de sopas
y todo acaba con un baile (168).
Como en el
cuento de Piedrabuena, el parto asumido (o fingido) por un hombre
sirve, a pesar de lo burlesco de la pantomina, para recordar a los
hombres -mediante la oposición placer sexual vs dolores del parto-
que el nacimiento implica trabajos; también sirve para expresar,
lúdicamente, una forma relativa de antagonismo sexual, finalmente
arbitrado por el médico (recuérdese el papel que desempeña en el
cuento de la sustitución de orines).
VI. CONCLUSIÓN.1. Los
cuentos que hemos citado contienen indudablemente un elemento
burlesco, e incluso paródico, pero este elemento no parece estar
escencialmente vinculado a la oposición entre "cultura
folklórica" y "cultura dominante": no se puede
reducir a una crítica de los campesinos desde un punto de vista
aristocrático-urbano, ni a un contraataque "popular"
contra los poderosos (aun que sí aparecen tendencias de ambas
clases como fenómenos secundarios: el análisis de Zapperi sigue
siendo valedero para muchos casos).
Las
relaciones de dominación entre hombre y mujer, amos y súbditos, a
veces vienen a informar conflictos preformados y rituales, y a
interferir en un sistema de categorías y oposiciones propio de la
cultura folklórica; pero ésta sigue mateniendo, al menos en áreas
muy marcadas por las formas de vida y transmisión tradiconal, sus
criterios y dialéctica propios, fundados en un constante reajuste de
simetrías y equilibrios entre fuerzas opuestas y completamentarias a
la vez (169). Cierto que estas fuerzas son ante todo las masculinas y
las femeninas, pero las operaciones narrativas o lúdicas que las
movilizan (en particular las que estriban en la representación del
hombre clueco o embarazado) no tienen como finalidad la justificación
de una sujeción o rebeldía, sino, como horizonte, el
establecimiento -o restablecimiento- de una reciprocidad orgánica,
si bien tensa, fundada en el reconocimiento mutuo de las respectivas
prerrogativas y obligaciones funcionales. Siendo este sistema de
intercambios considerado expresión directa de la naturaleza profunda
de las cosas, no resulta extraño que su instauración, o
restauración, cobre el aspecto de un acto cosmogónico, ya que hace
revivir, antes de superarlo, el caos inicial, primigenio estado de
locura del cual todo arranca.
2. Hemos
vistos que la dimensión palingenética del "loco", vector
de las fuerzas anímicas que circulan por este caos, se concreta más
de una vez en la imagen del hombre preñado, que hemos rastreado
tanto en figuras carnavalescas como en el folklore de los "sots"
medievales o de los "bobos" de la tradición oral (y
teatral) hispánica.
Ahora bien,
todos estos personajes son más o menos "sopladores" (fol =
folis = fuelle) (170), y han heredado de sus antepasados, los
"payasos rituales" que en las sociedades primitivas daban
cuerpo y forma a la figura mítica del Trickster o del "Enfant
Terrible", una relación privilegiada con los huevos, los
excrementos y otros productos repletos de fuerza mágica (171). No
resulta asombroso que tantas veces las ficciones de hombres
embarazados desemboquen en un "parto" anal, por evacuación
flatulenta o fecal, siendo reforzada la burla por previa absorción
de algún potingue o por una comilona y confundiéndose el nacimiento
con la liberación intestinal del paciente.
Los
psicoanalistas no han dejado de relacionar dichas ficciones con la
infantil "teoría cloacal" del nacimiento (creencia en la
expulsión de las criaturas como excrementos) (172), de la que son
oriundas, con toda probabilidad, las creencias arcaicas relativas al
carácter benéfico del flato: gran parte del riquísimo folklore del
pedo, en sus aspectos místicos (vertiente pitagórica) y burlescos
(vertiente humorística de los chascarrillos pueriles y de los juego
y ritos de los "locos" o "follones" de las
"compagnies joyeuses" de fines del Medioevo) estriba en la
supuesta relación de la generación con una pneumatología
fecundante (173).
La fuerza
anti-oclusiva de la crepitación anal se expresa en numerosas
historias en que se ponen de relieve su carácter fausto y liberador
(174) o sus connotaciones propiamente "psíquicas" (175).
Pero
esta obstetricia anal culmina en ciertos cuentos que ya hemos tenido
ocasión de mencionar como el del avariento cadí de las Mil y una
noches (176), el de "Sapia Liccarda" en el Pentamerone
(177) o la "favola" que refiere R. Corso (178). Estos
partos son ilusorios o ficticios: más "auténticos", por
así decirlo, son los que encontramos en Rabelais (los enanos
engendrados por un flato de Pantagruel (179)) y, otra vez, en las
tradiciones hispánicas. En efecto, en un cuento recogido en la
comunidad de judíos hispanohablantes de Constantinopla, se habla de
un par de mujeres cuyos estornudos dan vida, en el mundo subterráneo,
a sendo hombres cuya apariencia física depende de la calidad del
estornudo que los suscitó (180). El cuento es, probablemente,
tradicional: otra versión recogida (y adobada en su peculiar estilo)
por Juan Valera, que la integró en sus Cuentos y Chascarrillos
Andaluces, dándole el título de "La reina madre". En este
relato las "madres" dan vida a sus respectivos y desiguales
hijos soltando, la primera, un pedo inopinado y retumbante (que le
permitirá granjearse las riquezas y favores del mundo subterráneo,
capitaneado por el próspero hijo nacido de su flatulencia), y la
segunda, un intencional aunque "languido, tiplado y miserable"
sonido, que no producirá sino "una criatura feísima,
encanijada, diminuta y enfermiza", que no le acarreará más que
disgustos a su envidiosa progenitoria (181).
- Aunque no se
trata aquí de parto masculino, resulta evidente que las narraciones
de esta clase han conservado, traspuesto al estilo de jocosa burla,
lo que A. Dundes llama los "anal components of male initiation":
el estudio comparativo de los mitos relativos al bullroarer (o rombo)
de muchas sociedades primitivas muestra que este "flatulent
phallus" no es más que el instrumento destinado a simbolizar y
acreditar la idea de que los iniciados renacen paridos anlmente por
sus iniciadores masculinos, siendo éstos los detentadores de un
poder pneumático y genético -generalmente robado a las mujers- que
les permite insuflar nueva vida a los que se somenten a sus ritos
("There is... evidence supporting the notion that males attempt
to supplant female procreativity through the symbolic creativity of
the anus" (182)). La civilización occidental moderna ya no
entiende el sentido de este pretérito sistema de ideas e imágenes,
pero siguió, hasta hace poco, alimentando con ellas su
representación de la locura.
François
Delpech.***
CITAS :Introducción:1. "Chaque
sortie de masques a son homme enceint et sa famille des males
poussant un gros bebé. Leur comportement est partout des plus
libres, des plus transgressifs". D. FABRE y C. CAMBEROQUE, La
fêle en Languedoc. Regards sur le carnaval aujourd'hui, Toulouse,
1977, p. 165. También insisten sobre el tema C. CAIGNEBET y M. C.
FLORENTIN en Le carnaval, Payot, Paris, 1974, p. 148 (tipo de
"vieja" embarazada).
2. Sobre
juegos y representaciones de esta índole en los carnavales del
siglo XVI , S. KINSER promete un estudio en un libro de próxima
aparición, The Birth of Gargantua (Véase M. GRINBERG y S. KINSE,
"Les combats de carnaval et de carème", AESC, 38, 1983,
p. 84). MIKHAIL BAKHTINE, L'ouvre de François Rabelais et la
culture populaire au moyen âge et sous la Renaissance, trad., par
A. Robel, Gallimard, Paris, 1970, no menciona explícitamente el
tema del hombre encinta, pero define el contexto mental en el que
pudo elaborarse (Caps. 5 y 6): nótese que inicia su estudio de la
"imagen grotesca del cuerpo" con el análisis de una
escena de la Commedia dell arte que representa el parto simulado de
una plabra por un tartamudo (pp. 302-308).
3. Cf. JULIO
CARO BAROJA, El carnaval (análisis histórico cultural), Taurus,
Madrid, 1965, passim.
4. De la
rica literatura historiográfica y crítica relativa al bufón, sólo
destacaré la reciente obra de M. LEVER, Le sceptre et la marotte.
Histoire des fous de cour, Paris, 1983; por lo que respecta a los
mentados accesorios, véanse los sugestivos ensayos de F. MÁRQUEZ
VILLANUEVA, "El caballero del verde gabán y ru reino de
paradoja", Personajes y temas del "Quijote", Taurus,
Madrid, 1975, sobre todo pp. 219-227; y EUGENIO ASENSIO, Itinerario
del entremés, Gredos, Madrid, 1965, pp. 20-24. Este último se
centra en el personaje propiamente teatral del simple de los
entremeses, que tampoco es una figura homogénea, ya que se
descompone en pastro, sacristán, criado gracioso, etc.,
protagonistas afines, pero no del todo idénticos y muchas veces
nada locos, por cierto. RAINER HESS generaliza demasiado al
identificar al "bobo" con el "fol" del teatro
religioso (El drama religioso románico como comedia religiosa y
profana. Trad. R. De la Vega, Gredos, Madrid, 1976, pp. 238-248,
"Bobo y Fol")
5. Cf. J.
CANAVAGGIO, "Los disfrazados de mujer en la Comedia", La
mujer en el teatro y lan ovela del siglo XVII (?). Actas del Segundo
Coloquio del GESTE, Toulouse, Université de Teoulouse-Le Mirail,
1979. Sobre el proceso de afeminamiento de un rey que se dice a sí
mismo "bobo e inocente", véase A. LEWIS GALANES, "El
monje-rey y la mujer-varón en La campana de Aragón de Lope de
Vega", en M. Criado de Val (ed.), Lope de Vega y los orígenes
del teatro español, Edi-6, Madrid, 1981.
6. Ésta es
la postura de M. MOLHO, que quiere ver en Sancho y Juan Tonto
encarnaciones de un arquetipo reversibel (el "tonto-listo"
o "necio-astuto"), cuya ambiguedad inicial, mental y
sexual, permite un movimiento de inversión revanchista y de
afirmación final del varón triunfador ("Raíz Folklórica de
Sancho Panza", en Cervantes: raíces históticas, Gredos,
Madrid, 1976, pp. 217 ss.) Consúltese también a MOLHO sobre el
aspecto sexual de esta reversibilidad: "Doña Sancha (Quijote
II, 60)", HJMB, pp. 443-448; y sobre algunos ejemplos del
hombre-mujer en El retablo de las maravillas, Cervantes..., pp.
176-187.
7. I.
NELSON, La sottie sans souci. Essai d'interprétation homosexuelle,
Paris, 1977. La demstración, por ser demasiado sistemática, no
resulta del todo convincente, pero tiene el mérito de poner de
manifiesto un aspecto importante del folklore de los "locos".
Compárese con las penetrantes observaciones de C. GAIGNEBET, "Le
folklore enfantin du pet", Le folklore obscène des enfants,
Paris, 1974, pp 33-168.
8. En
términos aún psicoanalíticos, aunque desprovistos de toda
complacencia arquetipófila, expresa claramente este concepto BRUNO
BETTELHEIM, Les blessures symboliques. Essai d'interprétation des
rites d'initiation, Paris, 1971, sobre todo caps. 5, 6 y 7. No deja
de ser significativo el que en las historias de Juan Tonto y tipos
afines falte por compelto toda relación con el padre -figura
totalmente ausente- y que sea la madre, o la esposa, el elemento
dominante de un binomio exclusivo. Si al final triunfa el tonto, n
oes porque entrañe un sabio oculto, sino porque, por su misma
tontería y dependencia umbilical, se encuentra inmerso en el océano
amniótico de las fuerzas generativas o, como decía Covarrubias,
porque "a los bobos se aparece la Virgen María"; por eso
descubre tesoros y, sin siquiera darse cuenta de ello, supera
dificultades ante las que cejan los más sabios.
9. Sobre
larelación del "loco" o "bufón" del teatro
sánscrito (el Vidusaka) con el Netheworld cosmogónico, véase F.
B. J. KUIPER, Varuna and Vidusaka. On the origin of the Sanskrit
drama, Amsterdam, 1979, cap. 2.
10. Por eso
puede decirse que la imagen del hombre preñado corresponde a un
esfuerzo por superar el proceso de desvirilización, que produce "un
tipo único de infrahombre esterilizado, incapaz por definición de
procrear, fisiológica y moralmente" que M. MOLHO,
Cervantes..., p, 185, define a partir de los "castrados",
"capachos" y "repollos" del retablo cervantino.
Pero no se trata de superarlo mediante un acceso a la dominación
fálica, sino por el desarrollo de las promesas genéticas
implícitas en el componente femenino que connota el "repollo"
(ibid., pp. 182 ss.). Sobre el trasfondo andrógino de toda una
serie de mitos y rituales relativos al travestismo y a la
bisexualidad y su relación con los estratos más arcaicos del
pensamiento religioso, véanse MIRCEA ELIADE, Méphistophélès et
l'Androgyne, Gallimard, Paris, 1962, pp. 95 – 154; Naissances
mystiques, Gallimard, Paris, 1959; M. DELCOURT, Hermaphrodite,
Paris, 1958; H. BAUMANN, Das doppelte Geschlecht, Berlin, 1955; W.
D. O'FLAHERTY, Women, Androgynes, and other mythical beast,
University of Chicago Press, Chicago, 1980. Sin embargo, no cabe
atenerse a un tipo demasiado general y abstracto de antropología
religiosa, so pena de caer otra vez en la nía hermenéutica de los
arquetipos: pueden ser de consulta provechosa estudios más
focalizados, como L. BRISSON, Le mythe de Tiresias. Essai d'analyse
structurale, Leyde, 1976; G. HAMONIC, "Travestissement et
bisexualité chez les 'Bissu' du pays Bugis", Archipel, 10
(1975), 121-134, que recalcan, el primero a propósitos de un
conjunto de mitos y el segundo de una institución ritual, el
aspecto esencialmente positivo y la función sagrada de cierto tipo
de afeminamiento del varón. En otro trabajo estudiaré el tema
folklórico del hombre que cambia de sexo.
Capitulo 111. Sobre
esta clase tan peculiar de cuentos, véanse: C. NARCISS,
Lügenmärchen aus alter und never Zeit, Stuttgart, 1962; P. N.
BORATAV, "Le 'Tekerleme'. Contribution a l'étude typologique
et stylistique du conte populaire turc", Cahiers de la Société
Asiatique, 17 (1963), ampliamente reseñados por A. DE FELICE ("À
propos des contes de mesonges", Arts et Traditions Populaires,
12, 1964), también autora de "Les joutes de mensonges et les
concours de vantardises dans le théâtre comique médieval et le
folklore français" (ACE, t. 2). Las coplas de disparates han
sido objeto de importantes estudios, como el artículo del siempre
precursor J. AMADES ("El habla sin significado y la poesía
disparatada", RDTP, 15, 1959) y los trabajos de síntesis de
Porter y Zumthor sobre la fatrasie. También se han interesado en el
tema M. CHEVALIER y R. JAMMES, Mélanges M. Bataillon, Féret et
Fils, Bordeaux, 1962; remitiendo a las anteriores recopilaciones de
R. FOULCHÉ-DELBOSC en Rhi, 9 (1902); 10 (1903); 33 (1915), y B.
PERIÑAN, Poeta Ludens, "Disparate", "Perqué" y
"chiste" en los siglos XVI y XVII, Giardini, Pisa, 1979.
12. Este
motivo, del que J. Camarena me dice que todavía pervive en la
tradición oral castellan, fue usado por LOPE DE VEGA en El lacayo
fingido, ed. C. Bravo-Villasante, Taurus, Madrid, 1970; véase J.
CANO-BALLESTA, "Los graciosos de Lope y la cultura cómica
popular de la tradición medieval", en Lope de Vega y los
orígenes..., pp. 777-783.
13. Cit por
FOULCHÉ-DELBOSC, Rhi, 33 (1915), p. 414 (versos 105-106 de las
"Coplas de unos disparates nuevamente compuestos"). Cf. B.
PERIÑAN, op. Cit. pp. 45-46.
14. J.
AMADES, op. Cit. p. 289 a.
15. A. DE
FELICE, "Les joutes de mensoges..." pp. 44-56 ss.
16. Cf. ibid,
pp. 60 ss.
17. Ibid.,
pp. 57, 73, 77 y 80-81, respectivamente.
18. Se trata
del tipo 875 de la nomenclatura de Aarne y Thompson: "The
clever peasant girl", y de los tipos afines (desde 875A hasta
875E), en A. AARNE y S. THOMPSON, The types of the folktale,
Suomalainen Tiedeakatemia, Helsinki, 1973 (FF Communications, 184),
p. 293-297. Este ciclo ha sido objeto de un estudio completo: J. DE
VRIES, Das Märchen von Klugen Rätsellösern, Suomalainen
Tiedeakatemia, Helsinki, 1928 (FF Communications, 73). Preciosa
versión en J. AMADES, Folklore de Catalunya. Rondallística, 2a
ed., Selecta, Barcelona, 1982, pp. 998 ss., núm 401 ("La filla
del carboner"). -En adelante, al referirme a la nomenclatura de
Aarne y Thompson, lo haré por Aa-Th.
19. Motivos H
1024-1 y H 1024-1-1 (S. THOMPSON, Motif-index of Folk-literatura,
Indiana University Press, Bloomington, 1955-1958, 6 ts). Véase en
particvular los tipos 875 B, "Bull's milk", y 875 B,
"Bull's calves".
20. Ibid.,
motivo H. 1023-1.
21. Tipo 875
E. "The unjust decision: the oil press gives birth to a colt".
22. Este
ciclo de cuentos ha sido estudiado ampliamente (en lo concerniente
al ámbito africano), por D. PAULME, " Le mâle qui met bas et
les personnage de l'enfant malin", en La mere dévorante. Essai
sur la morphologie des contes africains, Paris, 1976, cap. 8 (véanse
en particular pp. 190-191 y 240, sobre la relación de estos cuentos
en el sistema de parentesco: "L'abus réside... dans la
prétention qu'un mâle puisse mettre bas: les petits d'une femelle
appartiennent à son maitre et à lui seul. N' y a-t-il pas
contradiction entre cet usage admis par tous pour les animaux et,
d'autre part, le principe pour les humains d'une filiation en ligne
paternellet?", p. 191).
23. Cf.
Motivos H 952 y H 1024.
24. Cf. Tipo
875 B.1 y D. PAULME, op. Cit. Passim. En el cuento catalán recogido
por Amades no se alude aun parto masculino, sino a la eventualidad
de pescar sardinas en un pueblo, lo que permite a la "filla del
carboner" demostrar la insensatez de los sentenciado por su
mardio, el rey. "Tan possible es pescar sardinas com que un
cavall faci una pollina". En un cuento de Jalisco recogido por
H. T. WHEELER, Folktales from Jalisco, American Folk-Lore Society,
Philadelphia, 1943, p. 85, el diablo insta al héroe a que ordeñe
un toro: la esposa del despistado le resuelve el problema
aconsejándole que diga que parió su comapadre.
25. Tipo 879,
"The Basil Maiden". Encabeza la colección de A. M.
ESPINOSA, Cuentos populares españoles, 2a ed., C. S. I. C., Madrid,
1946-1947, núms. 1-4. Muchas veces se confunde con el tipo 875 (cf.
J. B. RAEL, Cuentos españoles de Colorado y Nuevo Méjico,2a ed.,
Museum of New Mexico Press, Santa Fe, 1977, núms. 1-2).
26. Por
tanto, la afirmación absurda sólo sirve para resaltar la anuencia
a la norma racional, a la regla física y al código social: no es
más que una transgresión verbal y provisional destinada a poner de
manifiesto un abuso que amenaza la circulación armoniosa de los
cambios y reciprocidades. D. PAULME, op. Cit., p. 196, expresa con
fuerza y claridad la lógica de este mecanismo: "... tous ces
contes qui relatent la victoire d'un héros désarmé sur un
adversaire puissant observent à peu pres la même démarche. Voyant
poindre un rival dont il croit d'abord pouvoir se défaire aisément,
le chef lui impose à cet effet plusieurs tâches impossibles,
l'accouchement d'un mâle n'étant que l'une d'entre elles; masi
chaque fois l'enfants oblige son ennemi à dénoncer lui même le
caractère arbitraire et donc odieux du pouvoir ainsi exercè".
No cabe en ello ningún revanchismo revolucionario, ya que la puja
transgresiva sólo sirve para restablecer un orden comprometido por
un desarreglo excepcional. Las versiones europeas subrayan este
conformismo de fondo al sexualizar el conflicto y rematarlo con una
boda feliz.
27. Nótese
que Birbal no es ningún tonto-sabio o necio-astuto, sino un
personaje muy atinado (Distinto del famoso Buhlul, bufón de Harun
al Rashid, al que también se le ha atribuido multitud de
ocurrencias y aventuras graciosas, ya que en él alternaban momentos
de demencia y extrema sabiduría y sutileza): le atribuyen juicios
salomónicos y competencias de superministro imperial. La mencionada
anécdota se encuentra en: SOMADEVA, Katha Sarit Sagara (The Ocean
of Story, tr. Twaney-Penzer, London, 1923, t. 5, pp. 64-66 "Note
on the "impossibilities" motif").
28. Cf. A. M.
ESPINOSA, op. Cit., núms. 1-4.
29. Ibid.,
núms. 37-38 y J. A. SÁNCHEZ PÉREZ, Cien cuentos populares, Saeta,
Madrid, 1942, pp. 429-430 (nótese que el galán disfrazado de vieja
les ofrece higos a las doce muchachas: este fruto, símbolo sexual
femenino muy tradicional, es simétrico al fálico nabo o rábano de
"La mata de albahaca"). Véase R.S. BOGGS, Index of
Spanish folktales, Suomalainen Tiedeakatemia, Helsinki, 1930 (FF
Communications, 90), p. 116, núm. 970. Existe en el romancero todo
un ciclo del galán disfrazado de mujer que consigue introducirse,
gracias a dicha estratagema, en la torre donde se guarece la altiva
princesa a la que se propone seducir (véase SAMUEL G. ARMISTEAD y
JOSEPH H. SILVERMAN, Folk-Literature of the Sephardic Jews,
University of California Press, Berkeley, 1971, t. 1, p. 279).
Estudiaré este tema en otro lugar.
30. Cf.
BOGGS, op. Cit. (tipo 857: un cuento español, con mutuo cambio de
vestidos de los amantes). Hay equivalentes indios en el ciclo de las
narraciones relativas a los prototípicos amores de Krishna y Radha.
31. Cf. en el
tipo 875, el motivo del mortero sin mano, y en los cuentos africanos
mencionados, la prueba que consiste en comer el arroz contendio en
un recipiente sin quitar la tapadera (PAULME, op. Cit., pp.
201-202), requisito parecido al que se exige a la muchacha que ha de
llegar "doncella y preñada".
32. En el
cuento de "Sapia Liccarda" (Pentamerone III, 4), que
pertenece al mismo tipo (Aa-Th 879) de "La mata de albahaca",
se da explícitamente el motivo del hombre que cree haber alumbrado,
ya que el ogro en cuyo jardín acaba de caer la heroína se imagina
que ésta nació de su recién escapada "ventositá".
Capitulo 233. Véase en
J. COROMINAS, DCEC, S.v. Loco, chocho y clueca. También se puede
consultar M. L. WAGNER, "En torno a las etimologías españolas
de G. Rohlfs", RFE, 11 (1924), pp. 268 ss., a propósito del
"ovo choco" portugués.
34. COROMIAS,
DCEC, s. v. Clueca. También I. NAGEL, Die Bezeichnungen für "dumn"
und "verrückt" im Spanischen, M. Niemeyer, Tübingen,
1972, p. 112, s.v. Chocho.
35. G.
ROHLFS, "Etimologie spagnuole", A Rom, 5 (1921). Véanse
los comentarios de M. L. WAGNER, op. Cit. Se pasaría del concepto
de huevo sustituido al de huevo falso, sin fecundar, huero.
36. Cf.
WAGNER, op. Cit., p. 269 (en provenzal, kugieu significa "cuclillo",
pero iou kugieu es un huevo no fecundado. Es probable que esta
homonimia también tenga relación con la costumbre atribuida al
cuco). Nótese que el tema de la castración aparece en las leyendas
relativas al cuco, cf. P. SÉBILLOT, Le folklore de France, Paris,
1968, t. 3, pp. 163-165.
37. Cf. I.
NAGEL, op. Cit., p. 119 ("más tonto que un cuco")
38. Ya que la
forma normal debería seguir igual al anticuado "en
cluquillas". Hay que observar que ponerse "en cuclillas"
es lo mismo que "acurrucarse", o sea, adoptar la posición
de la curruca. Apunta COVARRUBIAS (cuclillo) que la curruca es "tan
simple que saca los huevos de cualquier otra (avecica) poniéndoselos
en su nido", y que el cuclillo "derrueca en el suelo del
nido abaxo los huevos de la corruca, o se los come, y déxale allí
los suyos para que se los saque y críe. Esto mismo haze el
adúltero..." Véase también cuclillas y cuclillo en DCEC, y
acorrucarse y cornudo en COVARRUBIAS.
39. Véase
zamacueca en DCEC.
40. Debe
enlazarse con alguna tradición folklórica de Europa central que
todavía no he podido rastrear, el espectáculo recién estrenado
del teatro de la Linterna Mágica de Praga, cuyos protagonistas son
dos dioscúricos payasos nacidos de sendos huevo, y que no se
expresa sino por silbidos. (Cf. AARNEY y THOMPSON, op. Cit., tipo
650, "Strong John", y motivo F 611-1-11 "Strong hero
born from egg").
41. Véase A.
LANGFORS, "L'anglais qui couve dans l'imagination populaire der
moyen âge", Mélanges Hoepffner, 1949, pp. 89-94. Es corriente
todavía en castellano y francés, llamar al cobarde "gallina"
o "poule moullée". Nótese que varios ejemplos de los que
cita Langfors se encuentran en fatrasies o sottes chansons (cf.
Supra I-1). Entre las citas comparativas que recoge el autor,
obsérvese que figura explícitamente el motivo del hombre
embarazado: "... lisrois Artus / Estoit gros de vif enfant"
(Fatrasies d'Arras, s. XIII).
42. Información
oral proporcionada por Henry Kraus. La misericordia de Saint-Seurin
está reproducida en D. y H. KRAUS, The hidden world of Misericords,
New York, 1975, núm. 40. El motivo no parece haber sido comentado
por I. MATEO GÓMEZ, Temas profanos en la escultura gótica
española. Las sillerías de coro, Madrid, 1979.
43. Costumbre
parecida a la que menciona Corominas (cf. Supra, nota 34). JUAN DE
PINEDA, Diálogos familiares de agricultura cristiana, BAE, 162, p.
63, alude a "diversas maneras de empollar los huevos"
(sembrados en tierra o en estiércol, o incubados por una mujer:
"... echaré doscientos o trescientos huevos a mi mujer y la
haré sentarse sobre ellos en grande escriño de paja, y tendré
pollos para todo el año bien baratos"). Nótese sus alusiones
eruditas a prácticas o cuentecillos que saben a adivinación o
magia: la emperatriz Livia, para conocer el sexo del niño del que
estaba embarazada, "traía muy abrigado un huevo entre los
pechos, hasta que a su plazo natural de las tres semanas le empolló,
nasció dél un pollo y ella parió a Tiberio"; nen Sicilia
"floreció un bebedor que soterraba lo huevos y bebía hasta
que salían los pollos dellos" (diálogo VI, cap 31).
44. En las
misericordias españolas abundan las alusiones al tópico del "mundo
al revés" (cf. I. MATEO GÓMEZ, op. Cit., pp. 291-294), así
como representaciones simbólicas o festivas de herejías o vicios
como lujuria, homosexualidad, locura (ibid., caps. 11, 12, 14 y 17),
muchas veces moldeadas con los estereotipos fraguados en el
refranero (cap. 5) y en las tradiciones satíricas que se refieren a
la relación entre marido y mujer (cap. 16). Sobre el transfondo
polémico de esta iconografía, véase D. y H. KRAUS, Las sillerías
góticas españolas, Madrid, 1984, caps. 11 y 12.
45. De Sainte
Leocade, ed. E. Vilamo-Pentti, Helsinki, 1950: "Tex genz sevont
plus reponant / Que gelines qui vont ponant... Deable queuvent
quanqu'il ponnet / Antecriz naistra de leur wés [huevos] /
Souhaidons tuit honte a leur wés", p. 174.
46. H.
BACHTOLD-STÄUBLI (ed.), Handworterbuch des deutschen Aberglaubens,
Berlin, 1927-1935, t. 2, p. 605.
47. Cf. P.
SEBILLOT, op. Cit, t. 3, pp. 231 y 268 ss., y V. NEWALL, An Egg at
Easter. A folklore study, London, 1971, pp. 69 ss. ("The
devil's egg").
48. Aa – Th
1218 (Numskull sits on eggs to finish the hatching): la bibliografía
de Aarne y Thompson se puede completar con J. BOLTE y G. POLIVKA,
Anmerkungen zu den kinder -und- Hausmärchen del Brüder Grimm,
Leipzig, 1913-1932, t. 1, p 316. Se podrían añadir hoy muchas más
versiones. Puede considerarse tipo afín Aa-Th 1677 ("The
general hatches otu an egg").
49. A.
WESSELSKI, Der Hodscha Nasreddin, Wirmar, 1911, t. 2, pp. 111-112 y
212, núm. 433, que traduce una adaptación siciliana.
50. V.
CHAUVIN, Bibliographie des ouvrages arabes, Liège, 1892-1922, t. 7,
pp. 155 ss., núm 437 ("Xaïloun"). No sólo empolla los
huevos de la gallina que acaba de matar, sino que trata de amamantar
a una criatura que llora. Al final encuentra un tesoro y se granjea
los favores del califa.
51. El
Vardiello de Basile (Pentamerone 1-4) y el Bertoldino de Croce
(episodio del "covazzo dell'pcca", ed. P. Camporesi,
Torino, 1978, pp. 122 ss.) hacen rabiar a sus respectivas madres,
pero acaban encontrando tesoros o congraciándose con el rey.
52. S. LO
NIGRO, Racconti-popolari Siciliani, Firenze, 1958, núm. 1016
("Giufá e la chioccia") y G. D'ARONCO, Indice delle fiabe
toscane, Firenze, 1955, núm. 1226 ("Falchetto") que
resumen las versiones recogidas en ambas regiones por J- Pitré.
También se puede consultar: F. MANGO, "La leggenda dello
sciocco nelle novelline calabre", Archivio per lo studio delle
trad. Popol., 10, pp. 45 ss., cf. pp. 47 ss.: "Juvadi e la
jocca".
53. D. FABRE
y J. LACROIX, La tradition orale du conte occitan, P.U.F., Paris,
1973, t. 2, núm 57 ("Jan Fotral"), pp. 329-330 y 335 para
el episodio que nos interesa.
54. A. M.
ESPINOSA, op. Cit., t. 3, núms 181 – 188 (con abundante
bibliografía), motivo Cl (p. 194): véase el episodio mencionado en
t. 1, p. 473. En "El anillo de la princesa" (ibid., núm
147), el tonto se llama Bartolo (cf. Bertoldo y Bertoldino en
Italia): "... fue y tiró la llueca del nido y se puso a
apollar los güevos. Y se rompieron todos los güevos y asi se quedó
con los güevos pegados en el culo", t. 1, pp. 352-353. En
Nuevo México, Juan Tonto empolla los huevos y grita:
"¡Cáscaras!¡Cáscaras! Estoy clueco" (J. B. RAEL, op.
Cit., t. 2, p. 360, núm 26).
55. J.
AMADES, Folklore..., p. 941, núm 377 ("En Filoseta"),
cuento que remite erróneamente S. Thompson al tipo 1677 (error
repetido por FABRE y LACROIX, op. Cit.): para el episodio que nos
interesa no es más que otra versión del tipo 1218.
56. Del mismo
modo, los bobos de la comedia a menudo ponen sus partes trasera en
contacto con los pitones de un toro, con resultados ridículos (N.
SALOMON, Recherches sur le thème paysan dans la "Comedia"
au temps de Lope de Vega, Université , Bordeaux, 1965, p. 22).
Detrás de este juego burlesco, aún practicado por los enanitos
toreros, se oculta verosímilmente un rito arcaico de fertilización
parecido a los que estudia A.ÁLVAREZ DE MIRANDA, Ritos y juegos del
toro, Madrid, 1962, pp. 115-131.
57. Cf.
Aa-Th. 1434 ("The egg-excreter") y 1464 A ("Bachelor
will only marry girl sho can lay egg"); ambos tipos
corresponden a cuentos franceses del Canáda. Graciosa burla de
transfondo homosexula entraña la anécdota en que Yehá espanta a
sus amigos, que pretendían engañarle haciéndole creer que habían
puesto huevos, fingiendo comportarse como un gallo, véase R. BASSET
y A. MOULIÉRAS, Les fourberies de Si Djeh'a – Contes Kabyles,
Paris, 1892, p. 87, núm 13 ("Si Djeh'a et ses amis au bain")
58. Aa-Th.
1381 D ("The wife multiplies the secret"). Motivo J2353.
59. Véase
bibliografía en S. THOMPSON, op. Cit.; y A. M. ESPINOSA, op. Cit.,
t. 2, p. 287. Para las versiones árabes véase CHAUVIN, op. Cit.,
t. 8, p. 168, núm. 184 ("La femme et le secret")
60. A. M.
ESPINOSA, op. Cit., núm 69, "El secreto" (tipo V, t. 2,
p. 291). En RAEL, op. Cit, núm 94, se trata de un concurso entre
tres hermanos que ponen a prueba la discreción de sus esposas: la
del menor, el cual pretende haber puesto un huevo, guarda el secreto
y le hace ganar la apuesta.
61. Aa-Th.
1319 ("Pumpkin sold as an ass's egg").
62. Cuento
que analizaremos a continuación
63. Cf.
BASSET y MOULIÉRAS, op. Cit., pp. 123-124, núm 39 ("La
pasteque"); véase p. 42 para la bibliografía de las
versiones.
64. Es lo que
sucede en las versiones recogidas en el sur de Francia (FABRE y
LACROIX, op. Cit., núm 43, "L'uóu de cavala"). Los
habitantes de Carcassonne se burlan de la ingenuidad del "tipe
d'un vilatge de la montanha". Aquí el huevo es una piedra y el
tonto quiere que su burra la empolle.
65. En una
versión india, es un labrador el que les vende a unos estudiantes
bramánicos el supuesto huevo de yegua. F. FAWCETT, "Folktales
from Malabar", Folklore, 26 (1915), p. 417, "The pupils of
the Guru", comenta que se trata de "a satire on Brahmans
common throughout India".
66. J.
AMADES, Folklore..., p. 902, núm 363.
67. Desde los
estudios de M. Griaule y otros se conoce la importancia de la
calabaza como símbolo integrante del mito cosmogónico en varias
cultura africanas (Dogón, Yoruba); cf. G. CAMALE-GRIAULE y V.
GOROG-KARADY, "La calebasse et le fouet: le thème des objets
magiques en Afriques sudsaharienne", pp. 277-313. Tiene
funciones análogas en mitologías y folklores del Asia del sur y
del este, en zonas de cultura marítima, cf. C. OUWEHAND, Namazu-e
and their themes, E. J. Brill, Leiden, 1964 (sobre la importancia
del hyotan o cantimplora concebida como receptáculo-matriz de la
fuerza diviná en el folklore japonés); J. PRZYLUSKI, "Un
ancien peuple du Penhab: les Udumbara", JA, 1926, pp. 29 ss.
(sobre "le mythe austroasiatique de la courge-ancetre" y
sus trasposiciones legendarias). M. ELIADE, Traité d'histoire des
religions, Paris, 1949, pp. 259 ss., pasa revista rápidamente a
estos mitos reduciéndolos al tema de la "descendance mythique
à partir d'une espèce végétale", lo que me parece demasiado
simplificador. Resulta también probablemente equivocado considerar
este tema mítico como puramente marítimoy: los trabajos de F. D.
K. Bosch, A. K. Coomaraswamy, F. B. J. Kuiper y W. D. O'Flaherty han
puesto de manifiesto los orígenes védicos de los motivos del
"huevo de oro" o de la "tinaja de las aguas
primordiales" (cf. KUIPER, op. Cit., pp. 144-146, y Ancient
Indian Cosmogony, New Delhi, 1983, passim.).
68. Sobre las
alusiones sexuales y la significación cosmogónica del rompimiento
de la calabaza véanse G. CALAME- GRIAULE, "La calebasse
brisée", Cahiers de Littératura Orale, 1 (1976), pp. 23-66;
D. PAULME, op. Cit., pp. 282-284 y 311, y F. B. J. KUIPER, op. Cit.,
pp. 162-165.
69. Cf.
PAULME, op. Cit., p. 234 (dos potrancas salen de la calabaza) yp.
283. En un cuento bulú, como en nuestra historia del tonto y del
huevo de yegua, se le escapa la calabaza a la heroína, y va rodando
sin detenerse haciendo recorrer a su perseguidora una trayectoria
correspondiente a un viaje iniciático, quizás repetición mímica
del correr de los astros; el cuento catalán ha conservado la imagen
de esta carrera eterna, ya que los tres fadrins "van creure que
era la somera que havia sortit de l'ou i arrencaren a córrer al
seu darrera per veure si l'atrapaven... i corre que correras, i de
segur que si no s'han aturat encara deuen córrer ara" (AMADES,
op. Cit., p. 908). Veremos también que el hombre parido corre tras
su progenitora.
70. La
función del héroe primordial es a la vez destructiva, ya que rompe
la calabaza (o mata al dragón, que es otra forma de la Entidad
Cosmogónica), y positiva, porque este destrozo da nacimiento al
cosmos organizado al liberar los bienes y seres encerrados en el
receptáculo primitivo. En los cuentos occidentales aparecen
opciones contradictorias en cuanto al comportamiento del tonto:
algunas veces resulta positivo (sin dejar de ser un tonto encuentra
tesoros o accede al poder), otras veces se insiste en su aspecto
negativo y destructor (FABRE y LACROIX, op. Cit., núm 43: el tonto
mata a su burra porque no quiere empollar los "huevos"). -
Obsérvece que en la misma versión, como en otras de la misma
región, aparece el motivo del capacho, en el que el tonto
transporta el "huevo": generalmente éste se escapa cuadno
el tonto deposita el capacho en el suelo. Un episodio análogo se
encuentra en muchas leyendas topográficas que son al msim,o tiempo
mitos de fundación: un gigante -Gargantúa o el Diablo- da
configuración al paisaje dejando escapar objetos que lelva en un
cesto, cf. H. DONTENVILLE, "Géographie de Gargantua", en
Histoire et géographie mythiques de la France, Paris, 1973, cap. 8.
71. La
Hipersexualidad (que es también bi- y polisexualidad **hoy
pansexualidad – nota de la capturista [2011]**) de los
"Tricksters" o "Décepteurs" de varias
mitologías y de los "payasos rituales" que los encarnan,
así como su ambiguedad constitutiva (ya que se le suele atribuir
frecuentemente transformismo y amovilidad de los atributos
genitales), desaparecen y no se retiene más que una afeminación o
una importancia unívoca.
72. D.
PAULME, op. Cit., p. 311, destaca, en el ciclo relativo a la
calabaza como "madre devoradora", los elementos de un
conflicto que opone "principe masculin" y "féminité
insatiable" y la representación de "l'instauration d'un
ordre viril qui succède au chaos".
73. Aa-Th.
1678 ("The boy who had never seen a woman"). Véase
también el tipo 1686 ("Numskull believes he is married to a
man").
74. Aa-Th.
1685 ("The foolish bridegroom"). Véase FABRE y LACROIX,
op. Cit, núm 56 ("En Jan Golut"): el héroe desconoce la
anatomía femenina y proyecta simbolicamente la angustia de la
castración al poner sus dos manos en un cántaro donde quedan
cautivas. Su desarrollo psíquico parece haberse parado en un estado
oral-anal, ya que sólo le interesa comer y se da una identificación
final del alimento con excrementos. Nótese que el motivo del
cántaro roto reaparece aquí, pero invertido: ya no significa coito
o creación cósmica, sino final desastroso de un cortejo fracasado.
75. Aa-Th.
1408 ("The man who does his wife's work")
76. Contes
secrets russes, Paris, 1981, pp. 60 ss, núm 27 ("Le paysan qui
fait le besogne de sa femme"). Esta colección anónima es una
reedición de la traducción francesa de cuentos rusos recogidos por
AFANAISEF, en Kryptadia. Recueil de documents pour servir a l'etude
des traditions populaires, I. Heilbronn, 1883. En la versión
catalana (J. AMADES, Folklore..., pp. 1061 ss., núm 440, "En
Galdric i la Galdrica"), los protagonistas son sólo novios: En
Galdric destroza los huevos de gallina a bastonazos para ayudar a
los polluedlos a salir del cascarón. El episodio final de la
castración no se menciona sino de forma meramente alusiva: el tonto
está desnudo y le muerde el ganso (sin mayor precisión). Sobre el
ciclo de cuentos relativos al "foolish man and his wife",
véanse tipos 1405 o 1429.
77. En el
ciclo de "la mujer mandona" (ESPINOSA, op. Cit., núms
91-92), es el marido el que al final sale ganando, ya que consigue
domar al marimacho (cf. Aa-Th 670 y 900-904, toda una serie de tipos
y subtipos reunidos en un ciclo general titulado "The shrewish
wife is reformed"), pero en algunas versiones la mujer le
impone su voluntad al esposo (en A. M. ESPINOSA, op. Cit, t. 2, p.
355: el apaleado marido "... llega a sacar pollos de unos
huevos que su mujer le ha metido entre los trapos"; el mismo
tema será tratado por Maupassant en Toine).
78. Contes
secrets russes, pp. 53 ss., núm 24 ("Le mari qui couve").
El motivo del idiota al que una mujer hace creer que su sexo es una
herida no ha sido debidamente catalogado ni estudiado: es
antiquísimo (Se encuentra ya en un episodio de margites, epopeya
cómica griega que se atribuyó a Homero, cf. A. B. PAJARES, ed.,
Fragmentos de épica griega arcaica, Madrid, 1979, pp. 386-397) y de
extensa difusión (figura en la leyenda india del ermitaño-unicornio
Rsyásrnga, cf. W. D. O'FLAHERTY, op. Cit., p. 301)
Capitulo 379. El bastón
de la "Mère Folle" representa en el siglo XV un grupo de
"locos" que salen de un nido (reproducción en C.
GAIGNEBET, Le folklore obscène..., p. 161).
80. Véase el
grabadoque ilustra el Fastnachtspiel del "Parto cesáreo de los
locos" (Das Narrenschneiden): un loco al que le acaban de abrir
el vientre con un cuchillo da a luz toda una prole de incipientes
parecidos a él, vestidos con trajes de bufón (Grabado reproducido
en el catálogo de la exposición Die Welt des Hans Sachs,
Nuremberg, 1976, núm. 271, p. 247).
81. Sigo la
traducción francesa, más completa que el original italiano:
L'homme enceint. L'homme, la femme et le pouvoir, Paris, 1983.
Zapperi muestra también que en el Renacimiento la cultura burguesa
recupera el mensaje feudal y adopta, en forma laica y urbana, el
repertorio satírico destinado a ilustrar y justificar la sumisión
de mujeres y campesinos.
82. El
conflicto entre los sexos no es sólo producto de la estrategia de
poder adoptar por las clases e ideologías dominantes y de las
respuestas que provoca. Hemos visto que ya existe, como antagonismo
lúdico y ritualizado, en la propia cultura folklórica, donde
desempeña un papel de pedagogía erótica y de actualización de un
sistema social exogámica y dualista (cf. M. GRANET, Fétes et
chansons anciennes de la Chine, Libraire Ernest Leroux, Paris, 1919,
y el detenido estudio de los agones griegos que lleva a cabo F.
RODRIGUEZ ADRADOS en Origenes de la lírica griega, Madrid, 1976; y
Fiesta, comedia y tragedia, Barcelona, 1972).
83. Creencia
aún debatida por los hombres de ciencia del siglo XVIII (cf. P.
DARMON, Le mythe de la procréation à l'âge baroque, Eds. Du
Seuil, Paris, 1977).
84. Tanto
como un imponente o un posible afeminado u homosexual, el
eclesiástico es presentado muchas veces en la Edad Media como un
agente hiperfecundante (cf. Las creencias relativas al poder
genético de la sombra de los conventos, y el simbolismo fálico
encarnado en el "moine bourru", estudiado extensamente por
W. Deonna).
85. L. LEVI
MAKARIUS, Le sacré et la violation des interdits, Paris, 1974, p.
226, cap. 5, "Le trickster", respecto a Wakdjunkaga, el
trickster Winnebago, que tiene una vulva postiza; y S. THOMPSON, The
folktale, The Dryden Press, New York, 1946, pp. 319 ss., "The
trickster cycle", p. 326.
86. C. LEVI
STRAUSS, L'homme nu, Plon, Paris, 1971, pp. 33-40; véase también
pp. 339 ss.
87. D.
PAULME, op. Cit. pp. 240-241. (El personaje del "Niño astuto"
de la fábula africana del "Macho preñado", al que
aludimos en la primera parte de este trabajo, es un equivalente del
"décepteur" mitológico). Véanse también PAULME, "Le
peronnage du Décepteur en Afrique Noire", La statue du
commandeur. Essais d0 ethnologie, Paris, 1984, pp. 19 ss.;
"Typologie des contes africains de Décepteur", Cahiers
d'Etudes Africaines, 60 (1975), y "L'initiation impossible dans
les contes du Décepteur africain", Research in African
Literature, 8 (1977).
88. A veces
coexisten en el mismo relato la denuncia del aspecto ficticio del
tema y la creencia en el nacimiento extraordinario: el niño astuto
que practica la reductio ad absurdum mediante la mención del
embarazo de su padre, nació en algunas versiones de modo
antinatural (cf. D. PAULME, La mère dévorante, pp. 199-200,
211-212 y 236).
89. Ya
hemos aludido a Tiresias. Sobre posturas de travestismo,
afeminamiento e inversión en las diversas formas de chamanismo,
véase M. ELIADE, Le chamanise, Paris, 1974. Véanse también G.
HAMONIC, op. Cit.; y W. R. HALLYDAY, "A note on the a OHLEA
NOUSOS of
the skythians", The annual of the British School at Athens, 17
(1910-11).90. C.
LEVI-STRAUSS, Anthropologie structurale, t. i., Plon, Paris, 1958,
cap. 12, "Structure et dialectique" (tema del niño
embarazado en una serie de mitos americanos sobre el origen de los
poderes chmánicos).91. W.
D. O'FLAHERTY, op. Cit. pp. 26 y 311.92. Varios
dioses, como Agni y Vishnu comparten el carácter andrógino del
Elnte Primordial y conocen el parto masculino (ibid., pp. 49-50 y
320-321). En el movimiento de la Bhakti, la relación amorosa e
iniciática que une al dios con el devoto se proyecta en la imagen
de un dios que traga al hombre que lo adora, lo recoge en su seno y
lo vomita o pare (ibid., p. 268; compárese con el tema de la
absorción por un drágon en los relatos iniciáticos: el regressus
ad uterum precede a un renacimiento).93. La
relación del discípulo y del guru transforma a éste en padre y
madre de aquél, ya que simbólicamente lo lleva tres días en su
vientre y le da nuevo nacimiento. (Es el significado de la ceremonio
upanayama: M. ELIADE, Naissances mystiques, pp. 113 ss.) Este
concepto es la base de la famosa leyenda de Kaca y Kavya Usánas: al
parir a su alumno, del que está embarazado por haber tragado sus
cenizas, el maestro le enseña el secreto de la resurrección (G.
DUMÉZIL, Mythe et épopée, Galllimard, Paris, 1971, t. 2, pp.
160-166, 197-205 y 206-208).94. W.
D. O'FLAHERTY, op. Cit., p. 44 (la retención del semen permite al
yogui transformarse en hombre embarazado), cf. pp. 226-227, la
leyenda del asceta Urva.95. Ibid.,
p. 50: leyenda del rey Yuvanasva.96. Ibid.,
pp. 299-300 (historia del Vidyadhari que muere de parto). Todavía
hoy se muestra en Ajmer, Rajastán, la tumba del hijra, o sea,
prostituto eunuco y disfrazado de mujer, que quiso parir, comió el
fruto de un árbol sagrado fertilizado, y murió por no poder dar a
luz (G. BUSQUET y C. BEAUNE, Les hermafrodites, Paris, 1978, pp.
215-217).97. Cf.
G. DUMÉZIL, Loki, Paris, 1948. El autor está preparando una nueva
edición revisada y muy aumentada.98. G.
DUMÉZIL, "Les énarées scythiques et la grossese du Narte
Xaemyc", Lat, 5 (1946), y Romans de Scythie et d'alentour,
Paris, 1978, caps. 13 y 14. Secundado por J. Grisward, el autor
compara la leyenda antigua de los Enareos, adivinos escitas
afeminados, antepasados de los chamanes siberianos y americanos, la
del nacimiento de Batraz en el folklore narrativo oseta (su madre
"transmite" el germen a su padre, que le dará a luz por
parto cesáreo) y el famoso ciclo irlandés de la "Novena de
los Ulatas" (guerreros afligidos ocasionalmente por una
debilidad análoga a la de la puérpera). En los tres casos se alude
a las consecuencias de la maldición echada por una diosa ofendida.99. Cf.
Dionisos y Atenea paridos por Zeus. Nótese que, en el segundo caso,
el tema del embarazo masculino se relaciona, como en África, con la
adquisión de la metis.100. Motivos
T 578 ("Pregnant man") y H 791 ("Riddle: A fish was
my father, a man was my mother..."). En la versión esquimal
una vieja hace posible el parto gracias a un sortilegio (H. RINK,
Tales and traditions of the Eskimo, London, 1875, p. 443, núm 94).101. M.
ELIADE, "La mandragore et les mythes de la naissance
miraculeuse", Zalmoxis, 3 (1940-42), pp. 35-36.102. R.
ZAPPERI, op. Cit., pp. 48-49 (versión recogida por Pitré):
obsérvese que el famoso "hombre encinta de Monreale" dio
lugar a ambas interpretaciones (embarazo fingido y auténtico).103. A.
GRAF, Roma nella memoria e nelle immaginazioni del Medio Evo,
Torino, 1882, t. 1, pp. 338 ss.; R. ZAPPERI, op. Cit., pp. 116 ss.
La rana simboliza el mal, y Nerón fue identificado con el
Anticristo, en gran parte a causa de sus prácticas sodimitas.104. En
la forma más antigua de la leyenda (c. 700), Nerón sufre una
hidropesía consecutiva al libertinaje homosexual. (Respecto a la
homosexualidad de los "locos" y del Anticristo, cf. Supra,
notas 7 y 45) Véase ZAPPERI, op. Cit., pp. 125 ss., y 190 ss. En
varias versiones medievales y folklóricas del cuento del hombre
preñado aparece la idea de que dicho fenómeno se explica por el
equus eroticus (ibid., pp. 162-176; véanse también pp. 96, 100,
101, 115, 131, etc.)105. W.
D. O'FLAHERTY, op. Cit, pp. 320-323.106. Cf.
ZAPPERI, op. Cit., p. 169. En este caso no hay embarazo masculino,
ya que el Diablo es por esencia infecundo y no puede, por tanto, dar
a luz: pero el complicado proceso implica la misma conjución de la
inversión sexual con una maléfica prole que el mencionado tema de
la incubación diabólica.107. G.
DUMÉZIL, Ouranos, Varuna. Étude de mythologie comparée
indo-européenne. Paris, 1934; A. CHRISTENSEN, "Les types du
premier homme et du premier roi dans l'histoire légendaire des
Iranniens", Archives Orientales, 14 (1917-1934).108. Sólo
que la demostración de Zapperi podría dejar suponer que este
sistema de imágenes es creación del cristianismo medieval y del
feudalismo, nos parece evidente que éstos no hicieron más que
remodelar un conjunto de representaciones más antiguo que se
remonta probablemente a la prehistoria indoeuropea.109. ZAPPERI,
op. Cit., pp. 123-124, interpreta la leyenda del parto de Nerón
como una fase de "la lutte que l'Eglise menait contre le
folklore": se supone que se trataba de desviar la polémica
folklórica orientada contra los sacerdotes, focalizándola contra
la figura de Nerón, nuevo chivo expiatorio propuesto a las masas.
Me parece más bien que para la Iglesia era un medio de exorcizar
los fantasmas de un poder mundano que se excede y pone en peligro la
autoridad pontifical: el de los emperadores germánicos que
pretenden concentrar, como sus predecesores romanos, el carisma de
la realeza sagrada de origen pagano y la hegemonía política,
negándose a someterse a la autoridad espiritual. Quieren
transgredir la necesaria separación de las funciones como Nerón
quiere hacer caso omiso de las diferencias entre los sexos. Por esos
se asimilan al Anticristo y paren criaturas diabólicas.110. G.
DUMÉZIL, Ouranos..., p. 97; Mythes et dieux des germains, P. U. F.,
Paris, 1939, p. 59; Flamen-Brahman, Paris, 193, pp. 22 ss. Ct.
ZAPPERI, op. Cit., p 119, con respecto a la relación establecida
por Benveniste* entre "Kueîn" (estar embarazado) y
"Kûrios" (soberano) – (*nota de la capturista: la
palabra "Benveniste" no estoy segura de si esta bien
escrita o era "Benvenisie" ya que la fotocopia se
encontraba borrosa).111. D.
A. MILLER, "Royauté et ambigüité sexuelle. Symbolique de la
monarchie a Byzance", AESC, 26 (1971). Ya apuntaba Aristóteles
que la enfermedad "femenina" que aquejaba a los Enareos
escíticos era enfermedad de reyes (basileis): G. DUMÉZIL, Romans
de Scythie..., pp. 214 y 217.112. Cf.
Motivos F 569-2 ("Men menstruate") y A 1355-3 ("Previously
men menstruated"), frecuente en la India y en América, donde
se relacionan con el poder mágico atribuido a la sangre menstrual
(L. MAKARIUS, op. Cit., pp. 272-273) y el simbolismo de la
subincisión (B. BETTLEHEIM, op. Cit., pp. 121 ss).
172. Cf. A.
DUNDES, op. Cit., p. 1038.
173. Motivo T
524 ("Conception from wind"). La importancia de esta
"pneumatología popular" ha sido revelada y debidamente
estudiada por C. GAIGNEBET, Le folklore obscène..., cap. 1 y Le
carnaval, pp. 148 ss.: "... l'Abbé de Jeunesse, la Mère Folle
donne... symboloquement et analement naissance à ses confrères,
aux follets, aux niais qu'il avait couvés... La parturition
spirituelle est anale" (p. 150), lo que implica previa
abosroción de alimentos germinativos que, desde la pitagórica faba
hasta la "crèpe", equivalente carnavalesco de la hostia,
hinchan real o simbólicamente el vientre: "... habillé en
femme, le maïtre de la confrérie se gavait d'aliments flatulents
qui lui faisaient gonfler douloureusement le ventre" (p. 149).
174. G.
LEGMAN, op. Cit., pp. 172 ss. ("Le pet bien inspiré");
The horn-book: Studies in erotic folklore, 1964, pp. 465-466. En la
tradición oral castellana se encuentra el tema del tonto que hace
reír a la princesa triste soltando un pedo (ESPINOSA, núms.
177-178, "La princesa que nunca se reía") o usando un
isntrumento mágico, como "la gaita (o flauta) que hacía a
todos bailar", (núm. 153), que es una adaptación más decente
del mismo tema, el cual se remota a representaciones arcaicas
relativas a la "risa ritual" y a la obscenidad mística
(cf. El mito de Baubo).
175. Cf. la
anéctoda del cidlo de Yehá en que el tonto cree que su alma se
escapa cuando su asno suelta pedos (cit. Por M. MOLHO, op. Cit., p.
345); FABRE y LACROIX, op. Cit., núm 63, t. 2, pp. 359-362, notas y
comentarios alrededor del cuento "Le ritor e la majordóna".
En otras muchas ocasiones Yehá manifiesta su predilección por la
flatulencia anal: cf. T. GARCÍA FIGUERAS, Cuentos de Yehá, 2da
ed., Tetuán, 1950, p. 100, núm 163 ("Me monto del lado que el
caballo respira"); J. DECOURDEMANCHE, Sottisier de
Nasr-Eddin-Hodja, Bruxelles, 1878, núms 29 y 92. Además, Yehá es
el prototipo del bobo que sabe hacer reír a la mujer imperturbable
(ibid., núm. 147, y BASSET y MOULIERAS, op. Cit., núm 53) y que
cree en la ubicuidad del poder genético (ya que piensa o finge
pensar que las ollas paren, ibid., núm. 16).
176. ZAPPERI,
op. Cit., pp. 217 ss. (R. F. BURTON, Supplemental nights, Benares,
1887, t. 4, pp. 169-185, "The story of the kazi who bore a
babe").
177. G.
BASILE, Pentamerone, III-4 (cf. Supra, n. 32) Motivo J 2321-2 ("Man
thinks that he has given birth to a child by letting wind").
178. Cf. R.
CORSO, op. Cit., p. 360; el texto de la "fola" corsa se
encuentra en D. CARLOTTI, Racconti e leggende di Cirnubella,
Livorno, 1930, pp. 173-178, "Sialella": el "mago
antropófago" cree haber parido al soltar un pedo: "in
c'una peta aghiu fattu una figliolal"). La "fola" se
sitúa a medio camino entre el mito del nacimiento de Atenea y el
cuento de Basile. Apunta el gran folklorista italiano que en Córcega
se documentó la covada desde la Antiguedad, y pondera "la sua
persistenza, dopo millenni, nella tradizione popolare mediterránea,
sotto la forma di leggenda o di racconto" (p. 363).
179. Cf. M.
BAKHTINE, op. Cit., p. 343.
180. M. L.
WAGNER, Beitrage zur Kenntnis des judespanischen von Konstantinopel,
Wien, 1914, pp. 59-63, núm 11 ("El sarnudo").
181. J.
VALERA, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1942-1947, t. 1, pp.
1217-1220. La relación entre la versión judía y la de Juan Valera
ha sido señalada por M. Vidal-Sephiha (cf. COUFFON, Histoires et
légendes de l'Espagne mystérieuse, Tchou, Paris, 1968, p. 15
182. A.
DUNDES, op. Cit., y sobre todo "A psychoanalytic study of the
bullroarèr ", Man, 11 (1976), 220-238, p. 227.