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16 de septiembre de 2011

Los hombres tambien podran ser mamas


LOS HOMBRES TAMBIÉN PODRÁN SER MAMÁS



NOTAS.


Por su gran interes y la curiosidad que despierta este tema, se me ha ocurrido transcribir un artícilo sobre el mismo, salido en la revista "Mas Alla" correspondiente al número 96/2/1997 y escrito por el Dr. Andrés Rodriguez Alarcón

Espero que lo encontreis tan interesante como lo he encotrado yo.

INTRODUCCIÓN.

Los auténticos instintos básicos del ser humano son la supervivencia propia y la procreación. Y todos sabemos que, hasta ahora, ese segundo reflejo elemental estaba limitado a la mitad femenina de la especie. Por otra parte,es indudable que el hecho primario de llevar un hijo en las entrañas, parirlo y amamantarlo ha contribuido -más que ninguna otra cosa- a esa "lucha de sexos" que está en la base del comportamiento humano y ha condicionado desde la noche de los tiempos los roles personales, la organización social y la actuación del ser humano. Tenacidad que potencia la manipulación de fuerzas que, a pesar de no entender en profundidad, utilizamos con bastante alegría y que está acabando con la lucha de sexos de forma mucho más eficiente que cualquier ley antidiscriminatoria. Porque hoy, el único punto fundamental que realmente diferencia a hombres y mujeres, la capacidad de gestación, ha dejado ya de ser, merced a la tecnología, una exclusiva femenina: ahora los hombres también pueden ser "mamás".


UN PROCESO LARGO Y COMPLICADO.

Desde el nacimiento en 1978 de Louíse Brown -la primera niña probeta-, los avances de la tecnología médica se han producido a un ritmo vertiginoso. Hace treinta o cuarenta años la esterilidad era un tema tabú. Como cuenta J. Balasch, de la Universidad de Barcelona, entonces se consideraba apropiado no informar al paciente de un diagnóstico grave desde el punto de vista de su fertilidad y la esterilidad era considerada como intratable porque, desde el punto de vista científico y médico, se conocía poco acerca de ese problema y rara vez el asunto era motivo de discusión en sociedad. Sin embargo, el progresivo descenso de la natalidad -en buena medida relacionado con la incorpo ración de la mujer al trabajo- y la decisión en un número cada vez creciente de casos de no tener hijos, junto con las progresivas facilidades para la investigación médica, han desembocado en lo que el investigador catalán denomi-
na la Nueva Era de la Reproducción Asistida (RA).


LOS ANTECEDENTES.

Hace ya más de un siglo -concretamente en 1884-, Pancoast, en Filadelfia, inseminó a una mujer cuyo marido padecía de azoospermia (falta de espermatozoides en el semen), si bien esa técnica ya se aplicaba para la mejora del ganado bovino. El primer paso importante también lo dieron los veterinarios
hace más de cincuenta años, cuando congelaron -con éxito- el semen bovino.

Posteriormente -en 1953- se publicaron los resultados de los primeros embarazos conseguidos con semen humano congelado con nieve carbónica a -79°, que llevaron a la creación de los iniciales bancos de semen.

De ahí a conseguir la fecundación fuera del aparato genital femenino no había más que un paso, que se completó en 1978 con el nacimiento de la primera niña conseguida por la llamada "fecundación in vitro" (FIV), es decir, fuera del cuerpo de la madre, con la posterior implantación del "huevo" en la trompa uterina, que es donde se produce la fecundación natural. Hubo que vencer una serie de dificultades técnicas, pero diez años después se conseguía el primer embarazo y parto, tras transferencia de cigotos dentro de las trompas y, poco después, la FIV en ciclo no estimulado por hormonas.

El primitivo sistema para conseguir el semen (la masturbación o la aspiración dentro de la vagina del líquido después del coito) dejaron paso a las más sofisticadas técnicas de aspiración de espermatozoides desde las vías del propio testículo masculino, que posibilitaron la elección del sexo de la descendencia y la eventualidad de implantar embriones desarrollados fuera de la madre y conservados en congelación a -196° en nitrógeno líquido.

En la parte femenina, las técnicas fueron evolucionando desde la inseminación artificial, al más puro estilo veterinario, hasta la estimulación hormonal del ovario para conseguir óvulos maduros que se extraen por punción directa a través de un tubo -laparoscopio- provisto de sus propios sistemas de microcámaras de televisión, con la ayuda de ecógrafos de alta resolución o con los supermodernos aparatos digitalizados y en color.


CÓMO SE CONSIGUE UN EMBRIÓN.

Lo primero que hay que hacer es, evidentemente, obtener un óvulo fecundable en las mejores condiciones posibles. Para ello, en la actualidad se plantea una estimulación del desarrollo del folículo ovárico, esa celdilla donde maduran los óvulos, a través de tratamientos hormonales, especialmente con una serie de sustancias que potencian el desarrollo folicular múltiple (clomifeno, gonadotrofina menopáusica humana, etc.), que proporcionan una mayor cantidad de folículos maduros y óvulos, por tanto, fértiles. El problema que plantean estas técnicas es el de los embarazos múltiples -como en el reciente caso de los octillizos (luego sextillizos) de Huelva-, que pueden poner en peligro el embarazo y a la propia madre (especialmente si llega a tratarse de un hombre que no está normalmente preparado para el evento por la madre Naturaleza).

Para saber cuándo los folículos están maduros y preparados para la cosecha, se usan dos índices: la medida de los folículos -con ecógrafos de alta resolución- y las determinaciones de los niveles de una hormona de maduración -el 17-Beta estradiol-, que aumenta en relación con la maduración de los folículos ováricos.

Una vez que se han conseguido las condiciones óptimas, el folículo se aspira a través del laparoscopio o por punción directa, bajo guía ecográfica o del más moderno sistema de Doppler color. Después se estudian los óvulos conseguidos para ver su índice de maduración y la posibilidad de anomalías que puedan alterar la fecundación o el posterior desarrollo del feto y se conservan en una estufa dentro de un medio de cultivo altamente tecnificado esperando la fecundación.

Los espermatozoides, una vez conseguidos por el sistema que sea -punción o recogida directa de semen-, necesitan una capacitación previa para poder e fectuar la FIV. En primer lugar, hay que "limpiar" las células masculinas del resto de los componentes del semen, lo que se logra por simple centrifugado.

Después, hay que incubarlas en un medio de cultivo especial para que el espermatozoide empiece a moverse y adquiera su máxima capacidad de fecundación, en cuyo momento se procede a la misma, que es de lo más simple: no hay más que poner juntos los óvulos y los espermatozoides y ellos se encargan de hacer todo el proceso.

Pero actualmente la cosa puede hacerse aún mejor, a fin de controlar factores como el sexo del feto o la baja fecundidad masculina, Así, el óvulo puede "operarse" disecando parcialmente la llamada zona pelúcida, o hacer una microinyección espermática en el espacio perivitelino del óvulo o la inseminación subzonal. Aunque hay que decir que la actual estrella de los congresos de fertilidad es la llamada ICSI o inyección espermática en el citoplasma del óvulo, sistema que ni siquiera precisa que el espermatozoide esté vivo ya que sólo utiliza su material genético para combinarse con la célula femenina e iniciar la división embrionaria, aunque tiene el problema de que puede cargarse la delicada estructura del óvulo, lo que últimamente está empezando a obviarse gracias al uso de robots controlados por ordenador.

Una vez conseguida la fecundación -no importa el método-, el futuro embrión se incuba durante unas veinte horas con una estufa en un medio nutritivo adecuado, al cabo de las cuales se comprueba -con el microscopio- que se haya iniciado la fertilización y, si así es, se deja hasta el día siguiente en su medio de cultivo. Dos días después vuelve a comprobarse si se ha iniciado la división embrionaria y si el futuro feto es viable, analizando in cluso mínimas porciones de su DNA para conocer hasta su sexo. Finalmente, se congela para su posterior uso.


LA MATERNIDAD MASCULINA.

A partir del momento en que se inicia la división de la célula inicial femenina con la colaboración del espermatozoide masculino, el embrión inicia una serie de cambios, convirtiéndose primero en una esfera -la mórula- que des pués empieza a adquirir forma de semiluna y a crear tejidos diferenciados, el primero de los cuales es un sistema vascular que dará posteriormente origen a la placenta y que "busca" los vasos sanguíneos de la zona materna para establecer el contacto que le permita recibir la sangre que constituye su alimento y el material para efectuar el rápido crecimiento que lo va a transformar
de una célula amorfa en un ser humano.

Y aunque, efectivamente, la Naturaleza ha dotado a la mujer del órgano i deal para ese trabajo, hoy no es -aunque le sorprenda al lector- absolutamente imprescindible. Cualquier especialista sabe que siempre ha habido embarazos extrauterinos naturales, situados en el peritoneo o incluso en el mismo hígado, que han sido seguidos a lo largo de su evolución durante todo el período de gestación. La mayor parte de los embarazos fuera de las trompas -ésos sí acaban siempre mal por el pequeño espacio de las trompas uterinas que terminan rompiéndose- proporcionan fetos viables que serán después niños sanos. De ahí que hoy día, con los medios técnicos de que disponemos, sea factible incluso la gestación masculina -por supuesto bajo condiciones controladas-, aunque eso sí, pagando precios muy altos y no sólo a nivel económico.


LAS TECNICAS.

En definitiva, lo que necesita el feto para desarrollarse es un buen apor te de sangre y de eso se encarga él mismo fabricando ese increíble órgano perforador-recolector-absorbedor que es la placenta y que puede adherirse a cualquier lecho vascular del cuerpo de la madre, casi en cualquier circunstancia. En última instancia, basta con depositar ese embrión tan trabajosamente conseguido dentro de cualquier abdomen para que pueda salir adelante, pegándose a cualquier órgano o membrana que se encuentre en su camino.

Hay que decir, en este sentido que la placenta es un órgano maravilloso

que no se limita a chupar -literalmente- la sangre de su huésped. También regula la absorciór de las sustancias necesarias y la eliminación de los desechos y, además, es capaz de fabricar una serie de sustancias, entre ellas todas las hormonas que necesita el ser en formación -desde su propia progesterona, hasta los estrógenos, cortisona y gonadotropinas- para el desarrollo adecuado de esa nueva criatura que empieza como un auténtico parásito, pero con cierta autonomía.

El problema empieza en la falta de un emplazamiento perfectamente adecuado dentro del abdomen masculino para soportar a ese comensal gorrón que es el feto. En la cavidad abdominal se encuentra el gran tubo digestivo, compuesto por el estómago, el intestino delgado y el grueso o colon, junto con ese gran filtro y procesador bioquímico que conforman el hígado,el bazo y el páncreas, que regulan gran parte de nuestros procesos metabólicos. Todos ellos están metidos dentro de una gran bolsa, el peritoneo, que los envuelve, protege, sostiene y que, además, posee grandes vasos sanguíneós para su propia nutrición. En la mujer, el útero, que se encuentra también dentro de la misma bolsa, crece con el embarazo hasta llenar prácticamente toda la cavidad abdominal, desplazando las vísceras huecas (intestino delgado y grueso). Este crecimiento lo realiza a expensas de su enorme capacidad de dilatación y del es pacio que gana al ir desplazando las tripas desde abajo hacia arriba.

Claro que en el abdomen masculino no existe nada parecido; en éste, al nivel del útero femenino se encuentra la vejiga de la orina y solamente el peritoneo -que podría ser un buen sitio para anidar un óvulo, ya que está muy vascularizado- podría albergar perfectamente la placenta fetal, como sucede en los embarazos extrauterinos espontáneos. De hecho, el 4% de los mismos a parecen fuera de las trompas, insertándose la placenta en los órganos más va riados, desde la parte inferior de la pelvis o el recto, hasta el epiplon, que es un repliegue del peritoneo que se forma entre vísceras contiguas del abdomen. Incluso puede anidar en la superficie del intestino o en la cara inferior del hígado, dando lugar habitualmente a fetos viables que sobreviven perfectamente.


EMBARAZANDO AL VARÓN.


En el caso -de momento hipótetico, pero técnicamente factible- de plantear un embarazo masculino, y ya con el embrión preparado in vitro, deben estudiarse los posibles emplazamientos del feto dentro de un abdomen que carece del órgano adecuado para llevarlo a cabo.

Lo obvio sería depositar el huevo, por medio de una cánula similar a las utilizadas en la inseminación artificial de la mujer, directamente en la cavidad abdominal, por debajo del peritoneo. Y no sería mal sistema, ya que en todos los embarazos extrauterinos naturales que llegan a término sucede exactamente lo mismo. Esta fórmula, realizada al azar, vendría a ser como la evangélica parábola del sembrador: el grano que cae en tierra fértil progresa y el que lo hace sobre piedra o en el camino se malogra. Por ello habría que hacer múltiples "siembras" y vigilar, con los sofisticados ecógrafos actuales, el crecimiento de los óvulos fecundados, seleccionando el que tenga el implante más favorable y eliminando el resto.

Una variación de esta técnica consistiría en depositar el embrión en un lugar seleccionado (peritoneo o pelvis) y protegerlo con una membrana artificial -como las que actualmente se usan en cirugía laparoscópica-, que podría amparar el embarazo actuando como la cubierta externa del útero natural.

Aún así, habría que hacer varios intentos debido a las dificultades lógicas a la hora de implantar la placenta fetal en el exterior de un órgano del abdomen.

El tercer método, bastante brutal, aunque efectivo, sería "fabricar" un útero utilizando la última parte del intestino, muy vascularizado por el plexo hemorroidal y muy dilatable, ya que tiene su propia musculatura de fibra lisa. Allí podría desarrollarse el feto hasta su casi completa maduración. El problema que tiene esta técnica es la necesidad de dejar un ano artificial o colostomía, que duraría tanto como el propio embarazo y que luego podría ser solucionado, tras intervenir quirúrgicamente para contrarrestar el inevitable deterioro que habrá sufrido una parte del intestino que, evidentemente, no está diseñada para la gran dilatación y sobrecarga que supone un crecimiento fetal.

Por supuesto, cualquier técnica que se efectúe estará llena de riesgos: desde la rotura física de la membrana peritoneal o de la víscera que se utilice como lugar de anidamiento, con la consiguiente peritonitis, hasta la po sibilidad de una grave trombosis mesentérica por compresión directa de los vasos de la zona. El embarazo ectópico provocado es un peligro continuo que requiere una vigilancia y unos cuidados absolutamente exclusivos.


CUIDANDO EM EMBARAZO...


El feto, como demuestran los embarazos extrauterinos espontáneos y el conocimiento que actualmente tenemos sobre la complejidad y funciones de la placenta, es muy capaz de cuidar de sí mismo durante el embarazo, pero la naturaleza ayuda a esta función mediante una serie de cambios bioquímicos y hormonales que tienen lugar en la madre. Así, el ovario se adapta a la nueva situación mediante la formación de lo que se llama el cuerpo lúteo gravídico, que es una continuación del "nido" donde se formó el óvulo fértil y que produce una buena cantidad de progesterona -la hormona que protege el embarazo-.

Este aumento de progesterona causa, asimismo, una seríe de adaptaciones en cadena que afectan a todo el sistema glandular femenino, acomodándolo a su nueva situación: mayor cantidad de líquido circulando por el sistema vascular, relajación de los tejidos musculares, aumento del metabolismo basal por mayor función del tiroides, etc.

Por ello, el embarazado masculino, además de los aportes de vitaminas que necesita cualquier mujer en las mismas circunstancias, debería recibir, en los primeros meses, dosis espaciadas de progesterona, mientras que en el trimestre final, para favorecer la buena marcha del embarazo, debería consumir aportes adecuados de estrógenos.


... Y EL PARTO.

La revisión de la literatura médica sobre embarazos abdominales espontáneos en las mujeres indica una buena tasa de supervivencia en los casos de fetos correctamente maduros. Por ello, el posible embarazo masculino debería finalizarse cuando existan las garantías suficientes de que el feto puede salir adelante, pero en la forma más prematura posible, dado el alto riesgo que se correría a pesar de los sistemas de vigilancia (ecografía, monitorización fetal y estudios de sangre, líquido amniótico, etc.) que en la actualidad hacen el embarazo natural más seguro y, de alguna manera, más cómodo.

El parto -por supuesto, por cesárea- debería realizarse con una profunda revisión quirúrgica de toda la cavidad abdominal, evitando así que quede el más mínimo resto de anejos fetales (membranas y residuos placentarios) que pudieran causar luego infecciones o problemas a corto y medio plazo.

Y, ya se sabe: "A lo hecho, pecho". Aunque, en este caso, tendría que ser biberón. Además, un buen equipo de neonatólogos debería cuidar de la criatura, que, lógicamente, tendría que permanecer un tiempo en incubadora y bajo vigilancia.

Pero, en definitiva, el embarazo masculino es técnicamente viable en la actualidad. Ahora bien, el "capricho" implicaría desde una buena clínica de fertilidad hasta complicados equipos médicos y quirúrgicos para la implantación y vigilancia del embarazo, así como expertos neonatólogos para el cuidado del niño tan laboriosamente concebido, lo que puede suponer una cantidad loca de dinero que, desde luego, no bajaría de las siete cifras, contando en dólares. Usted verá.



                                                       Da®Do / LLFB

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